Prologo

556 Words
— ¡Soy fuerte!, ¡soy fuerte!— La cabeza me palpita, las manos me tiemblan, las piernas se me debilitan con cada golpe que impacta en mi espalda, siento el ardor en mi piel, veo todo borroso ya que las lágrimas me empañan la vista, el piso se me mueve mientras siento un líquido caliente bajar por mi espalda, veo gotas de ese líquido oscuro en el piso, estoy muriendo de miedo, no resisto más cierro los ojos cayendo al piso. El tiempo se paraliza, ¡No sé qué hora es! intento abrir los ojos pero los ruidos en mi cabeza no me dejan, es una de esas tantas pesadillas que me dejan en un desvelo, en uno de tantos, ya perdí la cuenta, solo una cosa tengo clara. — ¡Mis demonios están revueltos! — No entiendo nada, ¿Qué cambio? ¿Cuándo cambio? ¿Por qué él cambio? Me espera una larga noche y los sueños comienzan a columpiarse en mis párpados. He dado muchas vueltas y he terminado en el inicio, como era de esperarse. No tengo una puta solución para nada, me niego a seguir viendo a mis familiares, me niego a querer volver a esa casa donde todo es peleas y constantes golpes que me dejan una y otra vez en esta maldita camilla de este asqueroso hospital. Sé que no tengo ni donde caerme muerta, pero también entiendo y comprendo que soy mucho más que un saco de estierco al que golpean para sacar su ira. ¡No nací para esto! Oigo una voz a lo lejos, alguien intenta moverme para despertarme, pero me rehusó. Si cierro los ojos una luz crece y me ilumina. El reloj con su tic-tac es una gotera infinita de segundos y a mí se me está acabando la poca paciencia que tengo. Necesito salir de todo esto, necesito tantas cosas pero estoy débil. Malditamente débil. Hace mucho frío aunque tenga varias mantas encima, aunque sienta que mi cuerpo este tibio, mi pecho y mi alma se mueren de frio. Necesito calor humano, ese que solo da una persona que realimente te ama. Pero ¿A mi alguien me ama? De pronto se ha hecho un silencio ensordecedor. No termino de entenderlo. ¿Adónde se ha ido todo el mundo? ¿Por qué no hay gritos? Solo un lamento lejano, no alcanzo a escuchar que dice ni porque se queja tanto y lo peor del caso es que no paro de pensar en el hombre que una vez por mes me manda directo al hospital. A veces se apiada de mí y me deja en casa, no me maltrata tanto y cura mis heridas, llora por largos ratos mientras me acaricia el cabello, pareciera poseída. Respiro profundo, ¡Estoy lista! Pero, ¿Qué sucede? Los parpados me pesan, no logro abrirlos, no siento las piernas, la cabeza me duele y un conteo regresivo se implanta en mi pecho. — No quiero morir— grito pero nadie me escucha, nadie me ayuda, nadie está, nadie absolutamente nadie. — ¡NO QUIERO MORIR!— me levanto de inmediato de la cama con el corazón a mil, los médicos intentan estabilizarme pero mi pulso está demasiado acelerado, no veo bien solo sombras borrosas que me dejan aún más confundida. ¿Acaso he muerto y vuelto a nacer?           
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