COINCIDENCIAS

1771 Words
El joven frente a ella se presentó como Ángelo Di Rossi. Ese era el nombre que Luciano solía dar a los desconocidos. Nadie salvo quienes formaban parte de su círculo íntimo conocía su verdadero nombre. Marisa le había dicho a su amiga que aquel hombre era profesor en la universidad en dónde ambas estudiaban. Formaba parte del departamento de psicología, la carrera que ambas cursaban. La chica se sorprendió gratamente. Su pretendiente se hacía cada vez más interesante. Marisa notó la chispa en los ojos de Rebecca, así que con una sonrisa se escurrió entre la multitud dejando a la pareja a solas para que pudiesen conocerse. El chico no esperó mucho para tenderle la mano e invitarla a bailar. Ella de inmediato aceptó. Por primera vez estaba dispuesta a dejarse llevar por sus sentimientos. Quería ser completamente abierta y honesta con ese hombre que la había atrapado a primera vista. Pero antes de que pudiesen dirigirse a la pista de baile, Ángelo se acercó a su oído para susurrarle algo. – ¿Por qué me mentiste? –le preguntó con voz traviesa mientras dejaba escapar una sonrisa. – ¿A qué te refieres? –quiso saber la chica. Estaba completamente extrañada por la pregunta. Su compañero le sonrió. – Tu nombre es Rebecca –afirmó con alegría. – Sí –aseguró ella retirándose un poco de él y mirándolo a los ojos con el ceño fruncido. Estaba confundida. La sonrisa de él se ensanchó. – Me habías dicho que te llamabas Ana –refutó levantando una ceja. Rebecca quedó estupefacta ante esas palabras. No podía creerlo. El galán pulcro y elegante que se encontraba frente a ella era el mismo chico que unas horas atrás, ella había rescatado del conflicto entre mafias. El joven soltó una ligera risa al ver el rostro de sorpresa de su acompañante. – Es la primera vez que una chica se olvida de mí –expresó fingiendo sentirse ofendido– la mayoría incluso busca una aventura la primera noche de conocernos –soltó junto a una pequeña risa prepotente. Rebecca se sintió completamente avergonzada. – Lo lamento –se disculpó. No sabía muy bien qué decir en ese momento. – ¿Realmente lo lamentas? –preguntó levantando una ceja. – Claro que sí. No fue mi intención mentir, es solo que… bueno, ya sabes… dada las circunstancias –se excusó. Ángelo apretó los labios, no lucía muy convencido– Me siento terriblemente apenada –insistió. – Si eso es cierto, entonces aceptarás salir conmigo el fin de semana –respondió con una gran sonrisa. Rebecca lo miró sorprendida. – Eh… Sí… Sí, claro que sí –aceptó de inmediato. – Pero no quiero que me vuelvas a mentir. Ángelo tomó el teléfono de Rebecca sin siquiera pedirlo, ella lo sostenía en su mano cuando él se lo quitó en un movimiento veloz. A la chica no le dio tiempo ni de reaccionar. En tan solo un instante, Ángelo se encontraba guardando su número telefónico en el directorio de Rebecca para luego llamarse a sí mismo y agendar el número de ella en su equipo. Le devolvió el celular en cuanto terminó su tarea. A Rebecca le pareció muy prepotente su actitud, pero se sentía tan apenada por la situación que decidió dejarlo pasar. Durante los siguientes minutos continuaron charlando hasta que Marisa interrumpió a la pareja para pedirle a su amiga que la acompañara a bailar un rato. La chica aceptó y prometiéndole a Ángelo que volvería pronto, se dirigió con su amiga a la pista de baile. Estuvieron divirtiéndose por largo tiempo ante la atenta mirada del hombre. Este las observaba desde el borde de la baranda del piso de arriba del local. – No deja de mirarte –le dijo Marisa a Rebecca mientras bailan. La chica sonrió felizmente, disfrutaba de ser el centro de atención de aquel galán. Los acordes de una samba comenzaron a sonar. Las chicas se movían apasionadamente al ritmo de la música. Los ojos de Ángelo se iluminaron al ver bailar a Rebecca. Era hermosa, sexy y valiente. Justo como a él le encantaban. Se sentía completamente deslumbrado por esa mujer, por lo que no quiso permanecer más tiempo como observador y se abrió paso entre la multitud hasta la pista de baile para acompañar a la joven en esa pieza. La noche transcurrió con ellos bailando y divirtiéndose. La conexión entre ambos había sido casi instantánea. Rebecca sonreía alegremente mientras su corazón latía con fuerza. Era algo que no había ocurrido hacía mucho tiempo. Se sentía increíblemente feliz en compañía de ese hombre que acababa de conocer. Por un momento pensó en que quizás su terrible vida amorosa empezaría a cambiar. De igual manera, Luciano, que por el momento se hacía llamar Ángelo, estaba completamente atrapado por la joven. Por primera vez sentía que su corazón latía con fuerza por una mujer. Hasta ese día todas las chicas que se habían cruzado en su vida eran solo cosa de sexo y diversión, pero ella era diferente. Había algo en esa chica que evitaba que se la pudiese sacar de la cabeza. La quería para él y no permitiría que nadie más se acercara. Ángelo se ofreció a acompañarla hasta su casa en cuanto la fiesta acabó. Ella aceptó. Él la siguió en su auto mientras ella conducía el suyo hasta su residencia. En ningún momento la chica notó los demás vehículos que los seguían. Eran los escoltas de él que se mantenían cerca para protegerlo ante cualquier eventualidad. Al llegar a la entrada del edificio donde vivía Rebecca, el chico no dudó en regalarle a la joven un suave y cálido beso. Se tomó su tiempo en disfrutar de esa caricia y ella lo agradeció. Le correspondió el beso desde el primer instante. Nunca antes había tenido una sensación tan dulce como esa en sus labios. Aquel roce lo sintió simplemente perfecto. Había sido mágico, toda su noche había sido mágica. Incluso cuando comenzó siendo un poco complicada, resultó ser mucho mejor de lo que alguna vez esperó. Al culminar el momento, ambos chicos se separaron para mirarse. Se quedaron observándose el uno al otro por unos segundos sin emitir palabra. Un brillo apareció en los ojos de ambos. Ángelo estaba completamente encantado con lo que estaba viviendo. Siempre se había tomado el tema del romance como una ridiculez, pero ahora que su corazón latía fuerte por esa joven que acababa de conocer, comenzaba a pensar en que tal vez esas cosas no eran tan tontas como solía pensar. Rebecca se despidió con una sonrisa dándose la vuelta para subir las escaleras hasta su hogar. Él la observó en todo momento hasta que ingresó en su casa. Apenas su acompañante se desvaneció, el rostro del joven cambió. Volvía a ser Luciano, el hombre frío y calculador de siempre. Tomó su teléfono e informó a sus subordinados que podían salir de su escondite. Ya era hora de retirarse. Luciano caminó hasta la camioneta oscura que estaba estacionada en la calle de enfrente esperando por él. Subió en ella para encontrarse con Velan, su mano derecha y amante. La mujer permanecía sentada de forma silenciosa en su espera. En cuanto Luciano se acomodó en el asiento trasero junto a la chica, ésta le informó que los hombres que le habían tendido la emboscada habían sido eliminados. Ni siquiera los habían dejado salir del área. Apenas fueron ubicados, acabaron con ellos sin ningún remordimiento. – Nos aseguramos de que todos pagaran por lo que hicieron –afirmó la mujer mostrándole las fotos a Luciano. El automóvil arrancó en ese momento para llevarlo de vuelta a su residencia. Necesitaba descansar, el hombro en donde le habían disparado le dolía horrores. Los médicos que le atendieron la herida de bala le habían dicho que debía descansar por varios días, pero eso era lo menos que él podía hacer en ese momento. Las cosas se estaban complicando y no podía bajar la guardia. Sacó un frasco de analgésicos de uno de los compartimientos del coche y se tomó un par de ellos. Debía seguir aguantando el dolor y actuar como si no tuviese nada. En este negocio no estaba permitido demostrar ningún tipo de debilidad, si lo hacía sería su fin. Velan observaba al hombre en silencio. Había sido su jefe y amante por varios años. Lo respetaba y lo quería como a nadie más, en cambio él la trataba como a cualquier otra subordinada a quién en ocasiones, convertía en su compañera de cama, pero ella estaba dispuesta a hacer todo por él, pues lo amaba con toda su alma. La chica permanecía en silencio a la espera de las indicaciones de Luciano, pero la decepción de la mujer fue enorme cuando el hombre se dirigió nuevamente a ella. Nunca esperó escuchar las palabras que le diría. – Mantén vigilada la zona. Así hayan acabado con esos desgraciados, necesito que mantengan el área sin contratiempos –ordenó– Debes asegurarte de que nada le pase a Rebecca –le indicó en tono serio mirándola a la cara. La mujer abrió la boca por la sorpresa. – ¿Por qué? ¿Quién es ella? –quiso saber la chica con un tono de molestia que intentó disimular. – No es tu problema –respondió de manera seca y tajante– lo único que necesitas saber es que debes mantenerla a salvo ¿escuchaste? –la mujer asintió en silencio. Sentía coraje. Luciano se volteó nuevamente a verla a los ojos– Si algo le llega a pasar a Rebecca, te aseguro que te haré pagar con tu vida –le amenazó. La mujer apretó los dientes por la ira que sentía, pero no respondió, solo asintió. La rabia hacia esa joven que ni conocía comenzaba a hacerse presente en su interior. El silencio se mantuvo por el resto del viaje. Velan permanecía intentando controlar su cólera. No era posible que esa mujer acabara de llegar y ya estaba apoderándose de la atención de su amado. No era justo. Sentía que ella era quien merecía ese cuidado de su parte. La mujer permanecía en su debate interno intentando controlar la rabia en su interior mientras que por otro lado, Luciano también se mantenía en sus propios pensamientos. Pero en el caso de él, su mente estaba dedicada a una sola persona, Rebecca. No sabía que había ocurrido, pero sentía como si esa mujer lo hubiese hechizado por completo. Quería cuidarla y protegerla, pero más importante aún, no iba a permitir que otro hombre se acercara a ella. Rebecca era suya y de nadie más.
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