Sus palabras la hirieron hasta lo más profundo, y ella tomó aire.
—No tengo vergüenza de tener a nuestro bebé, Alessandro —lo reprendió en voz baja—. Amo a nuestro bebé. Me avergüenza que mis amigos cercanos y mi familia sepan que volví a tu cama y que no pasará mucho tiempo antes de que vuelvas a la de otra. La primera pregunta de mi abuelo fue si Dulce ya no trabajaba en Giordano Fashion. Tuve que mentirle y decirle que todo estaba resuelto, porque si él sabe la verdad, se avergonzará de mí, y con razón.
Suspiró largamente.
—¿Querrías que dejara ir a una modelo que ha hecho que mi empresa gane cientos de millones de dólares en los últimos seis años para calmar tu mente llena de sospechas?
—Saber que podrías ponerle un precio al valor de nuestro matrimonio me repugna.
Buscó dinero
