Las suelas duras de plástico de sus zapatos hicieron clic con enojo en el piso de baldosas del pasillo que conducía a su oficina, e intentó decirse a sí misma que, aunque hoy ya era martes y no había visto ni escuchado a Alessandro desde el jueves pasado, no estaba molesta en absoluto. No era la razón por la que Derrick la había recibido con una taza de café en las puertas del hospital esta mañana. Tuvo que forzarse a sonreír al hombre cuando una semana antes habría estado emocionada con sus atenciones. No tenía sentido para ella. Había pasado los últimos cinco días sabiendo que él entraba y salía del hospital visitando a Dulce y las últimas cinco noches soñando con él. Había pensado que el fin de semana lejos del hospital la habría ayudado pero solo con verlo nuevamente el jueves la

