Al mediodía, Mackenna estaba más confundida por él de lo que nunca había estado. Por lo general, él era autoritario y exigente, pero esta mañana había estado coqueto y divertido. Le recordaba tanto a cómo había sido el primer año de matrimonio que ella estaba dividida.
Revolvía sus verduras en el caldo de su sopa en la cafetería y trataba de entender qué demonios había aceptado. Alessandro la había encantado, y no solo lo había permitido, sino que le había gustado. Todavía podía oler su colonia desde donde le había acariciado y la forma en que se había volteado en la puerta para guiñarle un ojo tenía la mente hecha papilla.
—Pareces estar en tu propio mundo — dijo Savannah al sentarse en una silla frente a ella—. ¿Tiene algo que ver la expresión en tu rostro con el guapo hombre por el q
