Un año después.
Golpeo el saco de boxeo una y otra vez, dejo que la adrenalina corra por mis venas, el sudor cubre mi cuerpo adhiriéndose la camisa a mi piel, el cabello a mi frente, mi coleta se balancea de un lado a otro golpeando contra mi espalda.
– Buenos días Drep.
– Hola Freddy – digo sin verlo, es un fortachón que ama el deporte, piel morena clara, ojos avellana, bla, bla, bla.
No es que no me caiga bien, pero no he interactuado mucho con nadie desde que el capitán me sacó de apuros, de no ser por él, estaría en la cárcel o un cuarto acolchado y no pude negarme cuando me ofreció ayuda, la necesitaba, Me hospedo en el piso del capitán, que está como mi responsable legal y tutor como si fuera un cría.
"Humillante. Lose"
Golpeo de nuevo el saco, golpe tras patadas, el saco se balancea con cada impacto, la cadena chirría por la presión de mis impactos.
Hoy finaliza mi arresto domiciliario, el capitán, pagó una fianza escandalosa y compensación al hotel por daños a propiedad privada, después de cumplir mi condena, trabajaría para él por tres años para saldar mi deuda.
Así que agradecida de qué hoy fuera la evaluación final. Ya estoy cansada y frustrada de John Edmond Reynol, aunque he de admitir que sus terapias de hipnosis me ayudan a relajarme y es como dormir, porque, para empezar no concilio sueño, gracias a las pesadillas que nunca había tenido, y que cada vez que cierro los ojos los recuerdos están ahí esperándome para atormentarme.
La terapia del doctor, que me ha recomendado, son ejercicios que me ayuden a canalizar toda mi ira, pero al sentir los ojos de Freddy recorriéndome, es un incentivo y me imagino estampando mi puño contra su cara, extraño escuchar el sonido familiar, odio como me mira a pesar de llevar ropa de deporte puesta, y siempre con mi camisa de resaca hasta mi cadera, cubriéndome mis cicatrices , siento como si pudiera verlas a través de mi ropa. Golpeó con más fuerza hasta calmar a la fiera.
"Si le rompes el cuello o le sacas los ojos se solucionaría el problema"
– Habrá una fiesta en el Zero, hoy llega un amigo... Por si te apetece venir.
No es la primera vez que me hace una invitación, siempre lo rechazo, pero una fiesta es una buena idea para celebrar mi libertad y interactuar con humanos.
– Me lo pensaré – digo girándo hacia él, y por su expresión sé que no se esperaba la respuesta, comienzo a quitarme la cinta de mis manos. Está emocionado.
– Enserio... Será genial tenerte ahí...
– Si. Mándame la dirección con uno de los escoltas.
Le sonrió como si fuéramos cómplices de un gran secreto. Y la suya se amplía más mientras se pone a levantar unas pesas de mano. Todos creen que soy la amante del capitán, nadie sabe de dónde vine ni quien soy en realidad y me creen una caza fortunas, ni me importa ni me preocupa. Mejor para mí a qué conozcan mi verdadera identidad.
– Iré con Kim, tiene ganas de conocerte y puedo invitar a Luis costas, es amigo de instituto... ¿No te molesta verdad ?
En pocas palabras deja al viejo y sal con mi amigo. Nada sutil el hombre.
– Si está bien – me encojo de hombros.
– Luis es marinero ¿Hiciste tu servicio verdad? creo que se llevaran bien.
No creo que un elemento especial y alguien de la flota armada se lleven bien, pero no voy a decírselo, está siendo amable y no puedo ponerme gruñona cuando puede ser mi nuevo amigo. A de más su forma nada sutil de sugerirme un lige, me causa gracia.
Salgo del gimnasio pasándome la toalla por la frente sudorosa, con rumbo al ascensor. Me cruzo con los habituales chicos y señores que inician sus rutinas en un intento por perfeccionar sus cuerpos y otros solo por llegar tarde al trabajo y presumir de su buena condición. Una de las razones de entrenar a las 5 de la mañana hasta las 7:30 es que no tengo que soportar todas las miradas masculinas en mi, ni las miradas furiosas de sus mujeres, es irritante que nada más me ven y me consideran una amenaza, cuando ni me interesan sus parejas, yo tengo un grupo selecto y he lidiado con mi abstinencia todo este año, y lo peor, no tengo que matar a nadie.
Una vez, solo una vez, un c*****o imbécil llamado Zacarías Goddcy Ashmer me acosó, es amigo de Freddy, siempre llega primero que el. Freddy lo pillo a la primera, estoy acostumbrada parecer intimidante, pero el solo tenía ojos en mis tetas o mi culo. Estaba en la cinta corredora y llegó recargándose como si con eso llamara mi atención, patético, quizá con las de mas funcionaba, Pero ni siquiera lo mire y continúe corriendo.
– Déjala en paz zac... Ella no...
– Creo que la princesa tiene boca – baje de la cinta y me acorralo, di un paso atrás pero el cerro la distancias y me toco el hombro, de inmediato me puse rígida, apreté la mandíbula, practique lo que el doc me dijo, inspirar y exhalar. El lo tomo como una buena señal. Y se acercó más, di un paso atrás y lo mire a los ojos, era como un luchador de cuadrilátero de la W.W.W. Torcí mi boca en una sonrisa que probablemente interpretaría como coqueteo.
– Te propongo algo. Si me vences en una pelea saldré contigo. – Freddy ahogó un gemido de sorpresa y tres tíos que lo conocían se rieron de mi.
– No voy a pegarte nena – la forma en llamarme así me cabreo, primero princesa, ahora nena. Entrecerré los ojos, era el típico macho beta guapo, con una sonrisa que mojaría la ropa interior de todas las mujeres que prefieren a tipos como él. Presa fácil.
– Te asusta perder – lo desafié sabiendo que sería un golpe bajo a su ego, apretó los puños, entrecerrando sus ojos. Era mío. – Oh será que lo que tienes entre las piernas no te sirve para una mierda y solo das lastima en la cama.
Rei cuando todo su cuerpo brivo de rabia, si de algo sabía de tipos como el, meterse con su intimidad era su debilidad y estupidez.
– Vamos Zac solo atúrdela y ya esta – le alentó uno de sus amigos seguramente.
"Gracias idiota".
– Vale. Acepto la apuesta, si ganas te dejaré en paz, pero si gano yo. Serás mía una noche – se relamió los labios de una manera lácivica, reprimí el impulso de poner cara de asco y pasar la bilis por mi garganta. Asentí acercándome a la lona.
– Te dejaré que me des el primer golpe preciosa... Justo aquí – señaló su barbilla y dobló su columna burlándose de mí.
– Si gano yo… quiero tu moto y serás mi perra un mes – sonrió al ser la única que conoce el resultado final, el no lo sabía, pero entre mi tira tenía una anilla pesada entre mis dedos.
– No te daré mi moto.
– No seas nenasa – y eso pareció cabrearlo.
– Está bien. Acepto.