Marius hizo una pausa. Apartó la vista de mí por primera vez y la volvió hacia el cielo, más allá de las ventanas, como si escuchara unas voces en la isla que yo no podía oír. —Tengo algunas cosas más que decirte —anunció—, cosas importantes, aunque no son más que cuestiones prácticas... —Se distrajo unos momentos—. Y están las promesas que debo exigir... —añadió por último. Tras esto, quedó en silencio, con una expresión en el rostro muy similar a la de Akasha y Enkil. Había mil preguntas que quería hacerle. Pero, más importante tal vez, había mil frases pronunciadas por él que quería repetir, como si tuviera que decirlas en voz alta para entenderlas del todo. Si decía algo, seguro que serían incoherencias. Apoyé la espalda en el frío brocado del sillón, con las manos juntas y l

