Capítulo veintitrés Estoy feliz. Feliz como una lombriz y nada, ni nadie va a poder cambiar mi humor. Me estiro en la cama notando a la persona que hay al lado mío y sonrío sin poder evitarlo. Fue una de las mejores madrugadas que he tenido en toda mi santa existencia y todo gracias al chico que tengo durmiendo a un costado. Estoy agotada, necesito energía extra, ya que lo que dormimos no es lo suficiente para reponer la que gastamos. Niego divertida escuchando a Key en mi mente y me levanto de la cama con cuidado de no despertarlo, camino de puntillas hasta el armario y me pongo lo primero que veo, ya que hoy no tengo ni la más mínima intensión de llegar temprano al trabajo. Solo quiero mimarlo desde que se despierte hasta que finalice el día. Salgo del armario vestida con

