Capítulo 2

1906 Words
—¡Aaaaaaaay mi colita! —lloriqueé. Piper se apresuró a llegar donde mi. —Prudence, por Dios —se arrodilló y me ayudó a ponerme de pie. Sí que me dolía, me había golpeado en el cemento puro. ¡Utilicen la basura! —Piper, duele —creo que estaba siendo algo dramática. Hasta lagrimas habían en mis ojos ya. De suerte de que los alumnos ya estaban en clase y no me vieron hacer el ridículo. Piper me sacudió la falda. —¿Ves? Desde que apareció James mi mala suerte no para —le hice ver—. Hoy me caí en la cama y ahora esto. Noo, quien sabe qué cosas más me esperan en lo que resta del día —limpié las lagrimas—. Mi trasero —me lo sobé. Miré la cáscara de banana que había provocado mi desgracia y la pateé. —Cálmate, no sabemos quién dejó eso allí y tú vas y le echas la culpa a James —me dice. La miré con aburrimiento. —Yo sé que desde que él vino la mala suerte me persigue. James es como mi... demonio personal. Ese que provoca que te pasen cosas malas. —pataleé, últimamente hago eso. —Ya, está bien. Pero démonos prisa que sino vamos a llegar tarde a la entrevista —se apuró a sentarse en el asiento principal. —Pero yo soy la que manejo —le hice saber. Me miró. —No creo que estes en condiciones de hacerlo. —y se montó. Arrugué la cara pero me apresuré a montarme al asiento copiloto, poniéndome la gafas de sol en el proceso. Si mi mamá se da cuenta de que no entré a clases ahí sí que se arma la de Troya. —Y a todo esto ¿de qué se trata el trabajo o qué? —le pregunté, sentándome de lado ya que me dolía mi trasero. O quizás sea una señal de que no deberíamos de ir a ese lugar. Hmm interesante. Y volviendo a lo del trabajo, ¿Es en serio que acepté ir sin saber de que se trataba antes? Qué cuidadosa, ¿he? Qué cuidadosa. Piper arrancó. —Bueno, según leí es sobre atender mesas —explicó. Achiqué los ojos en su dirección. —Ósea de mesera —terminé por ella. Ella asintió dudosa. Pero bueno, un trabajo de mesera no era tan malo, ¿verdad? Hasta me pueden dar propina. Aunque debería de considerar mi mala suerte, ¿y si boto la comida encima de los clientes? ¿Y si quiebro vasos y platos y luego me los cobran? No, tu mala suerte solo pasa cuando James está cerca. El restaurante no estaba tan lejos, al llegar notamos que era algo lujoso. Había solo una chica de mesera y usaba uniforme. —No está tan mal —murmuré mientras atravesábamos las puertas de entrada. —Claro que no —respondió Piper avanzando— Ven, busquemos al gerente o dueño. —¿Crees que nos tomen en serio al venir en uniforme? —quise saber mirándome la ropa. —En realidad venimos recomendadas así que... —se acercó a la recepción al parecer—... Hola, estoy buscando al señor Alejo —le dijo a un hombre vestido elegantemente. Me acerqué a ella un poco cohibida... ¿qué digo? Nadie cohibe a Prudence Powel. Puse mis codos en la barra y descansé mi barbilla en mis puños. —¿De parte de quién? —fue lo que preguntó él. Piper me miró de reojo, lo pude notar. —Ahh solo dígale que su sobrino nos recomendó. Nuestros nombres son Prudence Powel y Piper Hughes. —Está bien, vuelvo en seguida. Ahora si me giré a ella. —¿Como que su sobrino nos recomendó? No conozco a ese chico —la encaré. Ella se encogió de hombros restándole importancia. —Es amigo mío. Tú no lo conoces pero yo si —respondió. Achiqué los ojos en su dirección para ver algún indicio de mentira o algo así. Sin embargo lo dejé pasar. Necesitaba el trabajo. Solo por eso.  • —¡Mamá, ya llegué! —exclamé al llagar a casa. Cuál fue mi susto ver salir a James de la cocina con un vaso de agua en su mano. Me llevé una mano al pecho y me agarré del sofá. —Dios, sí que asustas —le dije seria. Sonrió de lado. —También me da gusto verte, Prudence —se sentó en el otro sofá. —¿Que haces tú aquí? —me quité el bolso y lo dejé en el sofá—. Si sabes que no eres bienvenido, ¿no? —me crucé de brazos. Tomó el control del televisor y lo encendió. —Tu mamá me pidió que viniera a cuidar la casa mientras no estaba —respondió— te dejó una nota allí —señaló la mesita en medio. Efectivamente allí había una nota—. Vamos, Prudence, no te hagas la rogada, bien sé que por dentro estás saltando de la alegría al tenerme aquí —dijo con aires de grandeza y con toda la intención de molestarme. Estaba de buen humor. ESTABA. Quería celebrar de que nos habían dado el trabajo gracias a ese "sobrino" que nos recomendó. Pero claro, tenía que ser James quien arruinara como siempre esa felicidad. —Bueno, ya vine yo así que te puedes largar —espeté rodeando el sofá y tomando la nota que me dejó mi querida y considerada madre. James subió los pies con zapatos a la mesita, haciendo que me vaya para atrás porque casi me los mete a la boca. —Fíjate y baja tus pies de la mesa. —Estoy cómodo —dejó el vaso a un lado y se cruzó de brazos a ver la televisión. Rodé los ojos y leí la nota: Prudencia, salí donde la vecina. Te dejé comida en el microondas. Ah y James está cuidando, no lo corras, ¿eh? Y quita esa cara que pones, él se va cuando yo llegue. Y punto.                                 Con amor,                                             Mamá. ¿Con amor? No lo creo. Arrugué la nota y le di una sonrisa maquiavélica a James. Este me miró ceñudo, me imagino que se preguntaba que qué me pasaba. Pero yo solo pensaba en que voy a estar con él aquí. —¿Que decía la nota? —preguntó bajando los pies y inclinándose donde mi. —Decía que te puedes ir, yo me puedo cuidar sola —me puse de pie. Saqué mis tacones y anduve solo en calcetines. —Nah, ella me dijo que me fuera hasta que ella volviera. Creo que no te tiene mucha confianza como para dejarte sola, Prudencia. —Es Prudence —murmuré entre dientes. Sonrió divertido. Desearía quitarle esa sonrisa de un golpe bien dado. Sus ojos azules chispeaban de picardía, diversión y burla. Le encantaba burlarse y molestarme. Eso hacía desde un principio, desde aquella vez que me adelantó y por su culpa perdí el trabajo. —Así que tú me tendrás que soportar otro rato, por cierto, tú mamá te había dejado una pizza en el microondas. Oh, pizza cuántas ganas tenía de saborearla, de olerla, de masticarla con delicia. Hasta se me hace agua la boca al ya imaginarme la escena. —Pero me la comí. Dejé mis pensamientos a un lado y miré expectante a James, creo que tenía un tic en el ojo porque ya lo sentía. Se comió mi pizza. ¡Se comió mi pizza! ¡Ahhhhhhhhhh! —¿Te. Comiste. Mí. Pizza? —pregunté, pero creo que más bien fue una afirmación. Este asintió con demasiada calma. —Si, solo quedaron las migajas por si tenías hambre. Y hay brócoli en la nevera —me guiñó un ojo y volvió su vista a la tele. Se comió mi pizza. Está en mi casa. Mirando mí televisión. Sentado en mi sofá. ¡Lo odio! ¡Lo odio! ¡Lo detesto! ¡Saquénlo de aquí! Quiero gritar, quiero patearlo. Pero no consigo hacer nada, solo me lo quedo viendo. Solo aprieto los dientes, camino hacia la cocina y grito. Grito lo más fuerte posible. Ya me imagino a James cubriéndose los oídos. Inhalé profundo y me calmé. El timbre de casa fue tocado, así que me apresuré a ir a abrir, quizás sea mi mamá y al fin se vaya James. Abro la puerta y no, no es mamá. Es un chico alto, delgado, cabello n***o bien ordenado quien viene con un ¿ramo de rosas? —¿Hola? ¿Te equivocaste de casa? —le pregunté mirando para todos lados. Él sonríe. —No, eres Prudence, ¿no? —inquiere. Asiento no muy convencida. Siento a otra persona ponerse a la par mía. James se cruza de brazos y mira de una manera poco amigable a ese chico. —Soy Rodrigo —me dice sonriendo. Y caigo en la cuenta. Rodrigo. Mi ex de la primaria. Y no está nada mal. —¡Rodrigo! Wow... estas... —lo miré de pies a cabeza—... tan saludable. Escuché una risita por parte de James. —Sí, en cuanto vine quise pasar a saludarte —dijo entregándome las flores— son parta ti. Las tomé dudosa. —Gracias. El chico tan presentable y yo lo recibo descalza. Solo en medias del colegio. —Pasa si quieres... —le dije haciéndome a un lado. —Lo siento pero eso no se va a poder, tú mamá no acepta pretendientes en casa, Prudencia. Lo siento —le dijo James al chico. Lo miré con cara de pocos amigos. Ahora quién se cree. —¿Disculpa? —lo encaré. —Yo digo que... —empezó a decir Rodrigo pero James lo interrumpió: —¿Qué diría tu mamá si te ve aquí con él? —Pero... Ahora yo lo interrumpí: —¿Y a ti que más te da? —puse las manos en mis caderas. —Quiero decir que... —Tu mamá me dejó a tu cargo no la quiero desilusionar. —Puedo... —Eso no te da el derecho de decidir quién entra y quién no. —Oigan, yo... —Claro que si. Apenas y lo conoces. —Es que... —¡Es mi ex de la primaria! —Si, pero... —¿Y eso qué? Eran niños, ahora crecieron. —Escuchen... —Me vale si crecimos o no tú no tienes derecho a... —¡BASTA! Los dos miramos a Rodrigo con cara de pocos amigos. —¿Qué les pasa? Si quieren bésense y ya —fue lo que dijo. Abrí la boca de asombro y luego hice una mueca de horror. —Antes muerta antes de besarme con este... —alcé la barbilla dando golpecitos en el piso con mi pie. —Lo mismo digo —añadió James. Ahora me giré a él. —Pues tienes que saber que yo no... —¡No otra vez por Dios! —volvió a exclamar Rodrigo—. Yo solo venía a saludarte, Pru, pero no es buen momento. Nos vemos después. —dio la vuelta. —No, pero... —comencé a decir, pero ya había salido a la acera. Resoplé. Genial. —¿Se puede saber que te pasa? —le pregunto a James señalándolo con las flores en mano. Este se encogió de hombros y salió de casa. Ah, ahora se va. —¿No que me ibas a acompañar hasta que mamá viniera? —ataqué. —Puedes cuidarte sola, Prudencia. —¡Es Prudence! —exclamé con enojo. El se dio la vuelta sin dejar de caminar y me guiñó un ojo mientras sonreía con diversión. Después se adentró en su casa. Me quedé allí, sin tender qué pasaba. Olí las flores, estornudando después. Genial, me dan alergia. Miré a ambos lados para comprobar que no hubiera nadie y las eché en el cesto de la basura. Cerré la puerta detrás de mi y me dirigí a la cocina, ya que el idiota de James se había comido mi cena. Deseara hablar con alguien sobre el odio y rencor que le tengo a James. Saqué mi celular y me metí a Twitter. Cree un hashtag con el nombre de #YoOdioAJamesBell. Lo que no sabía era que muchos problemas se avecinaban con ese simple hashtag.
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