Cap 1. SU SUEÑO

1664 Words
Terminaba la universidad y, mientras comenzaba a recorrer la incierta senda de ser un profesional sin experiencia en un mundo donde las oportunidades de triunfar eran poco menos que escasas, sucedió el hecho más insólito que, de verdad, ni una sola vez en mi vida hubiera osado imaginar. Mi mejor amiga soñaba con un fugaz amor de verano, yo no. Mi mejor amiga quería un amorío en la playa, yo no. Mi mejor amiga quería casarse y vivir una vida feliz como ama de casa, yo no. Pero el destino me dio justo lo que yo no estaba esperando, lo que ni siquiera quería. El sueño de mi mejor amiga se convirtió en mi peor pesadilla. Arrastrada por la locura que albergaba la fantasiosa cabeza de mi mejor amiga, como regalo de graduación, decidimos visitar una playa para que ella tuviera su amor de verano y pudiese volver, sin deudas, a buscar un marido para sentar cabeza. Aunque ella, como yo, sabía perfectamente que no pasaría algo como eso nunca, pues, para empezar, no estábamos seguras de que ella tuviese una cabeza que sentar. Pero eso no es algo que discutiríamos. Como su mejor amiga, yo daría lo mejor de mí para que ella lograra hacer cuanta locura le pasara por la cabeza, tal como lo habíamos pactado cuando entramos a la preparatoria. Pero no siempre, solo cuando era conveniente, y ese pequeño escape a mí me convenía bastante. Mi trabajo a medio tiempo consistía en atender una papelería que ofrecía servicio de internet, me daba el suficiente tiempo de hacerme cargo de mis tareas y de utilizar los recursos que ella ofrecía completamente gratis, lo que era más que conveniente para mí. Tal vez esté de más decirlo, pero era una persona bastante convenenciera. ¿Por qué necesitaba un respiro? Fácil. Lidiar con tantas personas no era nada relajante. Lo mío siempre había sido la tranquila soledad. Pero no me pagaban por estar sola y tranquila, así que trabajé con mi mejor sonrisa cuanto pude. Al terminar la universidad pensé que, tal vez, se me abriría camino en mi rango así que, antes de irme de viaje de graduación, dejé mi trabajo para volver libre a hacer lo que aprendí a hacer. O al menos eso era lo que quería. Llegamos a bahía de Halong, en el golfo de Tonkín, la noche del jueves, lo que nos daría suficiente tiempo de descansar de un largo viaje y tener un excelente fin de semana en ese paradisíaco lugar. Estaríamos de paseo los días viernes, sábado, domingo y el lunes hasta el atardecer. ¿Por qué bahía de Halong? Por las hermosas islas de varios tamaños y formas que presenta dicho lugar, por su hermoso puerto y sus bellos atardeceres, y porque quedaba tan lejos de casa que sería el cómplice perfecto para las fechorías que planeaba mi mejor amiga hacer. Después de todo, "no es pecado si nadie se entera", ¿verdad? Llegamos a rentar una pequeña cabaña a las orillas de la ciudad de Halong, en donde se nos prometía las mejores de las vacaciones. Pero las cosas definitivamente no seguirían tal curso. Aunque eso aún no lo sabíamos, pronto lo descubriríamos. Llegamos a una cabaña muy poco acogedora, voy a mencionar. Las cosas, en primer plano, no eran para nada como internet lo prometió. Pero aún era pronto para quejarme, tantas horas de viaje le quitaban el encanto a absolutamente todo. Lo más sensato sería descansar y pretender ver con ojos nuevos, frescos y descansados lo que tenían para ofrecernos la próxima mañana. La mayor parte del día viernes la pasamos en casa, dormidas. Increíble lo que podía hacer el cansancio y las diferencias horarias a nuestros cuerpos. Al atardecer, movidas por el hambre, salimos despampanantes a buscar alimento y diversión, aunque yo solo quería la primera. Como ya se habrán dado cuenta, mi personalidad bien podría describirse como “bastante aburrida”, pero no es lo que nos atañe, así que continuaré. Llegamos a una choza tipo restaurante, aunque más me parecía una fonda, donde nos ofrecieron el especial. Gracias al cielo mi mejor amiga era poliglota, y pudo salvarnos de no sé qué tantas raras comidas que, probablemente, por no estar acostumbradas a ellas, habrían hecho papilla nuestros estómagos. Sería molesto vacacionar enfermas. Sin más vueltas, la comida era tan diferente que me costó trabajo aceptarla del todo. Pero tal vez mala no era, cuestión de gustos y costumbres, supongo. Caminamos un rato por unas calles pobladas de tiendas y puestecillos que ofrecían las más diversas chácharas y, finalmente, tiempo después de ver caer la tarde, encontramos lo que mi amiga estaba buscando: un bar. El lugar estaba lleno a tope, la estridente música me ponía de mal humor, y no voy a hablar del sin fin de gama de olores que nos permitía disfrutar, o no, ese lugar. Encontramos una mesa y, puesto que a lo que íbamos —y con íbamos me refiero al objetivo conjunto de que mi amiga se ligara a quien fuese— no era a bailar, una mesa y una bebida era lo mejor que podríamos obtener —y por esto me refiero a mí, exclusivamente—. A mi amiga beber y estar sentada no le llamaba para nada la atención, aunque beber tal vez lo hacía, y mucho. Alguien invitó a mi amiga a dejar la mesa y me abandonó. Alguien me invitó a mí y me negué. Yo solo quería estar sola. Comenzaba a disfrutar la soledad en tanta compañía, cuando otro sujeto, uno muy bien parecido voy a mencionar, se sentó en mi mesa y dijo "Chao". —No hablo vietnamita —dije de mala gana. —Yo tampoco —dijo él con una gran sonrisa y en perfecto español. Suspiré deduciendo que no me sería fácil librarme de él y, aunque me molestaba bastante, pude sentirme un poco segura—. ¿De dónde eres? —preguntó el recién llegado a mi mesa. —México —contesté sin muchas ganas de conversar. —Ah, ¿vacaciones? —preguntó. Asentí sin mirarle y él entendió lo que yo intentaba no decir, pero esperaba que notara—. ¿Eres de pocas palabras o no quieres conversar conmigo? Me sorprendió que lo pusiera en palabras. Ante mi renuente actitud siempre recibía insistencia hasta que a las claras decía a los que me molestaban: "lárgate". —Tal vez ambas —dije dándole la cara—, no me siento cómoda con extraños. El chico sonrió y, lejos de largarse como lo hubiera querido, recibí de él la insistencia que esperaba no apareciera. —Soy Alex —dijo y yo solo lo miré desganada. Él estaba empezando algo que yo no estaba muy dispuesta a tolerar—. Me presento para dejar de ser un desconocido y así te sientas cómoda conmigo —dijo el tal Alex ignorando la mala cara que seguro le regalé. Para acortar la explicación fue una noche de notas de la vida de Alex, preguntas de Alex, y respuestas cortas y secas de mi parte, incluso no le di mi nombre, esperaba no volverlo a ver. La noche terminó cuando mi cansada amiga llegó ebria a la mesa donde Alex y yo nos encontrábamos y se le insinuó descaradamente. Mi acompañante decidió retirarse y, por las condiciones en que mi amiga se encontraba, nosotras hicimos lo mismo. A la mañana siguiente salí un poco temprano de la choza, era demasiado caliente como para mantenerme en cama. Al respecto, mencionaré que soy mala para las altas temperaturas, me incomodan demasiado. Me senté en un café donde, obviamente, lo último que tomaría sería un café. Pues, aunque por ahí se decía que ayudaba a regular la temperatura y mitigar el calor, a mí no se me antojaba nada. Con un jugo de piña en la mesa, el aire golpeando mi espalda y los cabellos en la cara vi aparecer frente a mí a quién ya no esperaba ver. —Chao —saludó Alex. —No hablo vietnamita —informé haciendo un puchero. —Yo tampoco —dijo él con una gran sonrisa. Negué con la cabeza y sonreí. Alex tomó asiento frente a mí y pidió lo mismo que yo bebía. Fue un agradable encuentro, pues esa vez Alex no parecía muy conversador. Fue como compartir la mesa con un extraño al que, de nuevo, esperaba no volver a ver. Pero él arruinó el gratificante silencio que nos envolvía. » ¿Cómo está tu hermana? —preguntó. —Mi amiga está bien —dije—. Bebió demasiado y sigue dormida. Le espera una buena resaca, pero seguro se le pasará antes de la borrachera de esta noche. —¿Solo tú y ella? —cuestionó. —Solo ella y yo —confirmé. —¿Luna de miel? —preguntó burlón, provocándome reír. —Viaje de graduación. —¿Solas?, ¿y el resto del grupo? —Ella no viene precisamente a rezar y portarse bien —señalé—, yo soy su niñera. —Entiendo, viene a disfrutar la variedad, ¿eh? —Asentí—. ¿Y tú? —Quería salir de la rutina, eso es todo. —Qué aburrido. —Así soy yo, un placer que me conozcas. Pasamos así medio día, hasta que mi amiga llegó a interrumpir una charla sin sentido de la que yo comenzaba a disfrutar. Al darme cuenta de eso, agradecí que fuéramos amigas. Después de todo, ¿para qué están las amigas sino para ponerle a uno los pies en la tierra? Alex se ofreció a hacerla de guía de turistas para nosotras, mi amiga feliz; y yo, pues yo pensé que tal vez Alex podría ser su aventura de verano y así ambos me dejarían en paz.   Yo aún estaba queriendo tirarme en la arena a ver las olas llegar e irse de la playa, pero no veía muchas esperanzas de ello. Al parecer, sería otra noche de bar.
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