Cap 3. PREGUNTAS

2621 Words
Abrí los ojos para descubrirme en un desconocido lugar. Era una habitación bastante hermosa, voy a decir, pero que no me hacía sentir segura. Cada segundo que pasaba tenía más la certeza de que ese bello cuarto sería mi celda; algo dentro de mí decía que libertad era algo de lo que ya no gozaría. Estaba en una habitación bastante amplia, con paredes pintadas en color hueso y blanco, tenía unos grandes ventanales que me permitían ver el océano y sentir el aire que, de paso, mecía las blancas cortinas colgadas sobre los ventanales. La cama en que me encontraba era bastante cómoda y grande, incluso para dos personas. Por fortuna para mí, solo estaba yo en esa cama y en esa habitación. Pero eso pronto cambió. —Buenos días, princesa —dijo Alex desde el pórtico de la habitación con una estúpida sonrisa en el rostro. Yo solo lo miré. No dije nada, ni pensé nada tampoco. Y es que recién despierta no había muchas cosas que yo quisiera hacer. Volví la mirada a la ventana y volví a cerrar mis ojos. » Vamos, princesa, no seas así conmigo. ¿Sabes lo difícil que fue para mí el tenerte sedada tanto tiempo? —preguntó. —Imbécil —musité y Alex rio descaradamente, cosa que me hizo molestar bastante. No podía creer que, después de secuestrarme de la forma que lo hizo, intentara congeniar conmigo. ¡Como si fuese a permitírselo! Uno no empatiza con el enemigo, no lo hace nunca. —¿Solo dirás eso? —preguntó. Yo no lo miré, pero él siguió hablando—. Te extrañé bastante. No sé cómo le hice para aguantar tanto tiempo sin ti, pero ya no hay peligro, volveremos a ser familia, a estar juntos de nuevo. Sus palabras me llenaron de intriga, fue por eso por lo que me incorporé y le miré extrañada. «¿Qué significaba el ser familia de nuevo?, ¿me extrañaba? ¡Pero si a penas nos conocíamos!» Ese tipo definitivamente estaba loco, y a los locos hay que darles por su lado, ¿verdad? Además, estaba bastante mareada aún como para pelear con un idiota. Me recosté de nuevo, me giré al lado contrario donde se encontraba él y me cubrí hasta los hombros con la sábana que estaba sobre de mí. Sentí que se sentó en la cama en que me encontraba y, al ver su mano aparecer sobre mi cabeza, me cubrí por completo con la tela. » Esto no será fácil, ¿cierto? —preguntó después de suspirar—. Lamento que todo sea tan difícil, pero estaba tan feliz de verte que me dejé llevar. Sabes que soy bastante impulsivo, siempre he sido así... —rio, suspiró y concluyó diciendo—: Pero te amo tanto o más que el primer día, así que asegúrate de recordarme. Puedes tomarte tu tiempo... igual jamás saldrás de aquí. Alex se levantó de la cama y se fue, pude escuchar la puerta de la habitación abrirse y cerrarse, dejándome atrapada en las dudas que su soliloquio incitó en mí. «¿Jamás saldré de aquí?, ¿recordarlo?, ¿me ama igual que el primer día?»  Me pregunté qué diablos significa todo eso. Pero no tenía caso. De verdad que no quería saber nada. Solo quería poder despertar de esa horrible pesadilla. Por eso volví a dormir sin pensar nada. Cuando abrí los ojos la tarde parecía estar cayéndome encima. Me levanté aún un poco mareada, y me encaminé hacia el balcón. El sol sobre el mar mostraba una escena bastante hermosa, me quedé embobada con las hermosas tonalidades rojizas que el cielo me regalaba. No sabía dónde estaba, ni qué estaba haciendo allí. Pero pensé que, si viviría de ahora en adelante en tal incordio, lo mejor sería que disfrutara de lo que se pudiera disfrutar, y la vista era bastante agradable. Perdida en un cielo que me mostraba una libertad que tal vez yo ya no tenía, no me di cuenta de los pasitos que se acercaban a mí hasta que una suave voz me sacó del embeleso. —No me gusta el atardecer —escuché y giré en busca de la dueña de la melodiosa voz que me había despertado de mi ensueño. Era una niña de escasos cinco años, con la piel pálida y el cabello oscuro, de ojos grandes y de un azul profundo, con sus pequeños labios color carmín que me mostraban una dentadura pequeña y reluciente, que me regalaban una sonrisa bastante hermosa. —¿Por qué no te gusta el atardecer? —pregunté—. A mí me parece bastante hermoso. —Porque odio el morado —dijo con seriedad—; y después de él viene la noche... No me gusta la oscuridad, me da mucho miedo. —El morado es bastante aburrido, ¿verdad? —pregunté buscando empatizar con ella—. Tampoco me gusta —declaré y su mirada curiosa me invitó a seguir hablando, me preguntaba mil cosas que, por alguna desconocida razón, pude sentir—. Es bastante oscuro para ser hermoso y bastante sutil para llamar la atención, es lo que pienso. A mis palabras la niña sonrió ampliamente, lo que me hizo sonreír también. —¿También le temes a la oscuridad? —preguntó y sonreí lacónica, deseando que las cosas que me dieran miedo fueran tan simples como la oscuridad. —No —dije poniéndome en cuclillas para quedar frente ella—, en realidad me gusta, porque no me deja ver nada. Cuando la oscuridad llega todo desaparece y puedo respirar profundo sin preocuparme de nada. En ese momento ya no hablaba para ella, tal vez por eso no me entendió. —¿Preocuparte? —preguntó ladeando su cabeza. Sonreí de nuevo. —No importa —aseguré—. No odio la oscuridad. —Oh —hizo acercándose a la baranda del balcón—, eres bastante valiente. —No creo que algo como valentía habite en mi cuerpo —musité para mí tras incorporarme, y una voz desagradablemente familiar respondió a un comentario que no se dirigía a él. —No creo que sea así —dijo Alex—. De hecho, eres tan valiente que te vuelves estúpidamente intrépida. Eso es lo que nos tiene justo donde estamos. Si tan solo hubieses sido más prudente en aquel entonces. Alex terminó suspirando. Yo seguía sin entender a lo que se refería, así que lo encaré. —¿De qué diablos estás hablando? —cuestioné—. Hace rato he querido preguntarte, y es que pareces estar confundido. Yo no te conozco de ninguna parte, excepto Bahía de Halong. No sé cómo podría recordarte cuando no te conocí antes, no podemos ser familia de nuevo cuando antes no lo fuimos, ni siquiera me creo que estés enamorado de mí. No tienes idea de quién o cómo soy, así que me resulta más estúpido que incongruente todo lo que dices. Además, no tengo intenciones de cumplir caprichos y seguirte en tus tonterías, así que devuélveme a donde estaba y déjame en paz, por favor. Supongo que estaba un poco exaltada, pues terminé gritando la última parte. Para cuando terminé de desahogarme, tanto Alex como la pequeña niña me miraban fijamente. —¿Qué le pasa a mamá, papi? —preguntó ella jalando la manga de la camisa de Alex. Su pregunta me hizo automáticamente dirigir la mirada hacia ella, que no dejaba de mirar a Alex esperando una respuesta. —Mami está cansada —dijo Alex inclinándose como minutos antes yo lo hubiera hecho—, el viaje fue largo. —¿Mami?, ¿quién?, ¿yo? Esto es increíble —musité con una sarcástica risa, llevando la mirada al océano. » ¿Quién es tu mamá? —pregunté la pequeña solo para estar segura de lo que me había atrevido a pensar. —Tú eres mi mami —respondió sonriendo, señalándome con uno de sus dedos. Me pregunté si estaba hablando en serio. Miré a Alex que se reía de mi, seguramente, estúpida expresión; y comprendí que todo era parte de su juego. —Yo no soy tu mamá, niña —dije con una sonrisa de confusión en el rostro. La pequeña me miró casi aterrada, parecía bastante confundida y contrariada. —Dijiste que era mi mami y que me quería mucho —reprochó a Alex con la cara llena de lágrimas—... ¡Mentiroso! —gritó, lo empujó y salió corriendo. Alex me acribilló con la mirada, situación que me dejó helada. En todo el tiempo, desde que lo conocí, no había sentido el miedo que la mirada de Alex me hizo sentir en ese momento. —Pues no lo soy —dije intentando torpemente defenderme. Alex me dio la espalda intentando darle alcance a la que recién había salido corriendo y, sin dirigirme la mirada, dijo antes de azotar la puerta algo que me heló mucho más. —Aunque no lo recuerdes, sí eres su madre. «¿Aunque no lo recuerde soy su madre?»  Ese hombre estaba más loco de lo que en un principio pensé. —¿Qué diablos está pasando? —pregunté dejándome caer en la cama, pero no hubo ninguna respuesta. Respiré profundo y decidí esperar a que alguien me explicara lo que estaba sucediendo. No podía dejar de sentirme confundida, mi consciencia seguía nublada y tampoco podía dejar de pensar en mi amiga. «¿Qué habrá pasado con ella?, ¿será que sigue viva y.… y bien?». » Maldición —hablé en voz alta—. ¿Dónde están las respuestas? —pregunté obteniendo, esta vez, una de ellas. —En las personas adecuadas —contestó un hombre de edad madura, cabello grisáceo y con la voz grave—. Discúlpeme, vengo a decir que la cena será servida en treinta minutos. A pesar de tener un aspecto inflexible, su sonrisa era bastante amable. Eso me invitó a buscar respuestas en él. Tal vez él era una de esas personas adecuadas. —¿Usted podría darme respuestas? —pregunté al que sonrió amablemente. —No sé qué podría usted obtener de un humilde mayordomo —dijo sin dejar su lugar cerca a la puerta. —¿Un mayordomo?, ¿en serio? ¿Quién es ese hombre? —Si se refiere al joven Alexander, puedo decirle. —Por supuesto que me refiero a él. No lo entiendo. ¿Por qué diablos me secuestra y le dice a su hija que soy su mamá? —¿Secuestrarla? —cuestionó bastante sorprendido el hombre—. Disculpe, pero no la entiendo. —No creo que sea importante —inquirí—, justo ahora solo quiero saber cómo está mi amiga, ¿sabe qué pasó con ella? —Me disculpo, Señorita, pero no tengo información alguna de ninguna amiga suya. —¿Sabe cómo puedo salir de aquí? —pregunté y la respuesta vino esta vez de Alex. —No puedes —dijo y le miré sorprendida, casi asustada. Esperaba que volviera, pero no así de pronto. —¿Qué diablos quieres de mí? —pregunté poniéndome de pie y caminando hasta él—. Me estoy volviendo loca, Alex. Dime qué pasó con mi amiga, dime por qué me trajiste aquí. Alex se recargó a la puerta, cruzó los brazos frente a su cuerpo y, rodeando una de sus piernas con la otra, hizo una pregunta. —¿Y por Mari no me preguntas? —¿Mari?, ¿quién es Mari? —La niña a la que le rompiste el corazón hace un rato. —Oh, ella... Ella no me importa. ¡Contesta lo que te pregunto! ¿Por qué no puedo salir de aquí? —Ella no te importa —dijo y bufó con una tétrica sonrisa—, ¡ella no te importa! —gritó acercándose a mí. Parecía bastante furioso, caminaba lento sin detenerse, empujándome a retroceder hasta que choqué con la cama y caí sobre de ella—. ¡Ella es lo único que debería importarte! —gritó con la mirada envuelta en ira, dejando caer ambos brazos a mis costados. Su respiración era rápida y fuerte, yo estaba bastante asustada, pero si quería respuestas tenía que presionarlo. —¿A mí por qué tendía que importarme una cría que no conozco? —pregunté fingiendo indiferencia, apartando la mirada e intentando no imprimir las emociones que estaban dentro de mí. Los puños de Alex hicieron presión en la cama, y pude sentir su respiración agitada en mi cuello. Cerré los ojos, por un segundo pensé que él iba a golpearme, pero lo sentí alejándose. Cuando abrí los ojos me di cuenta de que en realidad estaba siendo arrastrado por el mayordomo. —Si no le explica las cosas, ella no sabrá que está sucediendo —dijo con voz pausada el hombre. Alex parecía querer comérselo vivo, pero el mayordomo continuó con calma—. No creo que la señorita haya tenido la intención de lastimar a la niña Mari, parece estar bastante confundida al respecto de muchas cosas, debería calmarse y contarle todo lo que sabe. En su actual condición ella no podrá defenderse de lo que está por ocurrir. En lugar de pelear con ella debería fortalecer su alianza. Alex indicó con la mirada al hombre que le sostenía que le soltara, el hombre se disculpó con Alex y este último se dirigió a mí diciendo que después de cenar hablaríamos. —No —dije—, yo no saldré de esta habitación hasta que sepa qué es lo que pasa. Quiero respuestas ya. Nos quedan treinta minutos, ¿no? —pregunté al hombre junto a la puerta. —Un poco más —dijo e, inclinando la cabeza, se retiró. Alex movió la cabeza y respiró profundo. —Ay, con este hombre... ¿Qué quieres saber? —preguntó. —Todo —respondí—. ¿Quién eres y por qué me trajiste aquí?, ¿qué pasó con mi amiga?, ¿por qué no puedo irme?, ¿de qué me tengo que defender?, y.… sobre esa niña, ¿por qué le dijiste que soy su mamá? Alex volvió a respirar profundo. —Te diré la versión corta de la historia —dijo—, así que presta mucha atención, escucha sin pensar en nada, no dudes de mis palabras, porque todo lo que voy a decirte es verdad. Por difícil que te resulte creerlo, es la verdad. Alex se veía tan serio que no pude pensar siquiera en dudar, así que me dispuse a escuchar sin decir nada. Pero todo lo que decía era tan increíble que no podía creerle. Sus palabras no lograban cobrar sentido. Era una incoherencia tras otra lo que de su boca salía, así que, cuando terminó y pidió que bajáramos a cenar solo pude decir que no tenía hambre. Alex pareció entender mi confusión, así que me permitió quedarme en esa habitación por mucho tiempo más, pero antes de irse dijo algo más. » Puedes preguntar lo que sea —dijo—, Sebastián sabe toda la verdad, todos en esta casa la saben. Todo lo que dije es cierto, pero puedes no creerme, puedes hacer lo que quieras excepto dos cosas, una es irte de mi lado, y la otra, la más importante, es no volver a lastimar a nuestra hija. Alex se dispuso a irse, pero le detuve con una pregunta. Había algo que de verdad necesitaba saber. —Mi amiga... ¿Qué pasó con ella? —pregunté. —Ella está bien —aseguró Alex—, su trabajo era protegerte. Entonces se fue. Alex se fue y yo me quedé intentado asimilar todo lo que había escuchado.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD