Aun podía sentir mi pecho cansado de sollozar, y mis pesados parpados no querían abrirse, pero entre los fuertes latidos de mi corazón comencé a escuchar la voz de Mari llamándome. Creí que había pasado por eso ya, y recordé haber sido despertada por su angustiada voz en el pasado también. Abrí los ojos para darme cuenta de dos cosas, la primera es que la tarde se estaba llevando consigo toda la claridad del día; pronto sería de noche; y la segunda es que Mari realmente estaba llamándome. Ella seguía buscando a su madre, a la que al parecer le encantaba desaparecer continuamente. —Ellos vinieron por mí, de verdad con ellos —dije y sonreí al pensar que ellos no me dejarían sola, ni siquiera cuando quisiera estarlo, mucho menos cuando más necesitaba la compañía de los seres que más ama
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