Prólogo

1391 Words
Antes de creer  Seis años atrás.   Había dejado de correr hace aproximadamente diez minutos, su corazón latía aun deprisa, el miedo recorría sus venas, el rostro de aquel infame se había marcado en su memoria, sus ojos llenos de ira, como se brotaban las venas de sus brazos al formarse los puños a su costado, la camisa favorita de ella se encontraba manchada de la sangre que le goteaba de la nariz, ni siquiera el agua que descendía torrencialmente desde el cielo podía deshacerse completamente de esto.     Durante esos dos años ella pudo leer las señales, pero siempre las ignoró, creía ilusamente que quien pensaba la amaba como a nada más que en el mundo nunca se atrevería a hacerle daño, se equivocó abismalmente.   Todo a su alrededor estaba completamente nublado, rogaba en su fuero interno que alguien apareciese para ayudarla, el frío helaba sus huesos y caminaba cada vez más lento, ni siquiera podía gritar por ayuda, se había quedado afónica después de tanto grito, por tanto, su voz era un susurro a penas.   No tenía su celular a la mano, sus piernas habían comenzado a flaquear, por su mente se cruzaba la idea de que quizá este fuese su último día de vida, o al menos eso esperaba, ya no sentía fuerzas para continuar, sus párpados se volvían cada vez más pesados y justamente en ese instante observó una difusa sombra que se acercaba a ella, ansió pensar que era un milagro que le estaba ocurriendo, había dejado de creer en ello pero en momentos como este decidió aferrarse a algo.   Sus pies le fallaron y se dejó ir, su cabeza golpeando el asfalto hasta perder la consciencia. Aquella persona que se había decidió aparecer en medio de toda esa lluvia no era una simple coincidencia, después de aquella pelea, él había decidido seguirla y ahora la cargaba en brazos hasta donde convivían juntos.   Al cabo de cinco horas continuas de inconsciencia fue débilmente abriendo sus ojos, la cabeza le dolía horrores y observó a su alrededor, al principio se sintió aliviada de estar en casa con ropa limpia y bajo las sábanas hasta percatarse de quien se encontraba en una esquina de la habitación.   Su silueta reflejaba cierta tranquilidad en aquella silla en la que se encontraba recostado, las ojeras bajo sus ojos podían denotar cansancio, sus profundos ojos oscuros se clavaron en ella.   Ninguno de los dos habló por varios minutos. Ella se preguntaba que era exactamente lo que debía hacer ¿llamar a la policía? ¿Gritarle? ¿Volver a huir? ¿Simplemente hablar las cosas?   -Lo…lamento mucho- pronunció rompiendo el agonizante silencio. Se levantó con cuidado y se acercó a ella con cautela, se sorprendió a sí misma rehuyendo del sitio donde estaba pero él llegó a ella primero y la tomó de la mano con firmeza. Su corazón latía desbocado provocando que el pánico se fuese apoderando de ella.   -Está bien, sé que debes estar molesta conmigo, pero realmente no sé cómo ocurrió, yo simplemente perdí el control y…-intentó explicar quedando nuevamente en silencio.   -¿Te piensas que puedes disculparte por todo y simplemente seguiremos como si nada?- logró pronunciar soltando su agarre.   -Tú estabas consciente de cuál era la clase de negocios a los que me dedicaba y decidiste por tu cuenta seguir conmigo- replicó este aún con neutralidad.   -Eso lo supe una vez que me mudé contigo, pero nunca creí que fueras capaz de algo así, sinceramente ya no quisiera seguir con esto- la voz le temblaba pero se obligaba a sí misma a decirlo, tenía que dejarle claro que por más de lo que sintiera no podía seguir con él.   Para su sorpresa él se puso de pie y le dio la espalda con vista al ventanal, sacó como ya era de costumbre su caja de cigarrillos y encendió uno.   -Vete- pronunció.   Ella no se movió al principio, pero luego se levantó con rapidez.   -Después de todo lo que he hecho por ti- agregó, -ni siquiera me darás una segunda oportunidad-   -Yo he dado todo por ti- respondió dolida. Se dirigió hasta el armario y comenzó a meter su ropa en una mochila viaje.   -¿Crees que yo no? Es muy injusto de tu parte- decía sin mirarla.   Ella continuó guardando sus cosas, caminó hasta el baño para tomar su neceser y observó con horror lo que había en el espejo, su labio al igual que su pómulo derecho estaban hinchados, su cabello era un desastre pero una pequeña gasa cubría una herida en el nacimiento de su cabellera. Él la había cambiado, una camiseta la cubría hasta sus muslos, así mismo la había curado, se había hecho cargo de ella, como siempre.   Pero este era él mismo hombre que había provocado sus heridas.   Continuó su arduo trabajo hasta que logro guardar en su mayoría, se deshizo de la camiseta, se pasó una blusa suya y unos pantalones de correr.   Fuera, aún lloviznaba, salió de la habitación dirigiéndose a la puerta de salida, no quiso mirar atrás pero él ya estaba nuevamente deteniéndola.   -Una vez que te vayas, no podrás regresar- le advirtió. Por primera vez ella sintió pena por él.   -Aléjate de esa gente, te están convirtiendo en un monstruo- aconsejó   -Yo ya soy un monstruo-     Su piel se erizó completamente y lo entendió, debía largarse de ese sitio antes de terminar muerta. Tomó el ascensor y hasta que no estuvo dentro del taxi arrancando, no estuvo tranquila.   El único sitio donde se le ocurría regresar era donde su madre. La última vez que la había visto fue en su despedida antes de marcharse a la universidad, aun así decidió no ir hasta donde ella, pensaba que podía arreglárselas sola.   Hace dos días todo lo que ella consideraba parte de su mundo, se había ido derrumbando en poco tiempo. Independizarse fue una decisión difícil pero nunca se imaginó que involucrarse con la persona equivocada le traería demasiados problemas.   Justo ahora se preguntaba cuál era su propósito en este mundo, ya nada de lo que estaba haciendo tenía sentido para ella, ni sus estudios, ni quien pensaba era el amor de su vida, ni siquiera el hecho de que sus sueños fueran realmente sus sueños. Crisis existenciales, así le llamaba mucha gente. Sentía desde el fondo de su corazón que era algo mucho más grande que eso.   Las personas se concentran tanto en su mundo interno que se olvidan lo que ocurre al exterior.   Le dijo al taxi que se detuviera en un hotel en las afueras de la ciudad y decidió pasar la noche ahí, pensaría muy bien lo que haría luego de que se diera una ducha fría.   Ni siquiera el agua podía lavar el horror del que había tenido que escapar horas antes, su cuerpo se turbaba de solo pensarlo. Eran demasiadas cosas que procesar, a sus veintiséis años había sido capaz de abrirse a experimentar muchas cosas, cosas que según la sociedad eran incorrectas pero así mismo su corazón le movía a caminar hasta un sitio diferente donde todos caminan.   Podría decirse que cada persona que decide tomar un rumbo diferente al canon establecido por la sociedad tiende a correr riesgos, muchas más veces negativos que lo contrario.   Se encontraba mucho más tranquila con su pijama puesto y daba vueltas en aquella cama vieja de hotel de carretera, no tenía idea cuanto tiempo se quedaría pero esperaba que no mucho. Sus párpados comenzaban a pesarle poco a poco y estaba entrando en un profundo sueño en cuanto un ruido estruendoso sacudió la habitación.   De pie en la puerta nunca había visto nada más parecido a la muerte, sus ojos se abrieron de par en par, la seguridad que pudo sentir había durado demasiado poco, el hombre que reconocía con bastante familiaridad la miraba con total frialdad.   -Te advertí que no habría vuelta atrás Tania- escupió.   Detrás de este se encontraban otros sujetos todos de n***o y con armas, entre ellos visualizó una melena rubia, la vista de ella volvió a quien había sido su compañero y amante durante varios años y se le heló la sangre.   Tania lo sabía.   Se había dado cuenta muy tarde. Sabía demasiado y separarse de él no podía ser tan sencillo.   Estaba segura de que esta sería su última noche con vida.   -Eric- alcanzó a susurrar.  
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