Capítulo 2

1873 Words
Mientras Creo   Actualidad   Cuando regresé del viaje, nadie en mi familia mencionó nada, lo habían visto todo por televisión, me recibieron aliviados de que me encontrara de nuevo en casa. Muchas personas quisieron entrevistarme, los medios intentaron meterse de mil maneras en mi vida y en la de los otros testigos, fue una locura, pero yo solo quería volver a la normalidad, compañeros psicólogos me visitaron para asegurarse de que no tenía secuelas de post traumas y aun así me tomó alrededor de dos meses deshacerme de toda esa gente.   -Enana, te buscan afuera- anunció mi hermano menor, mi apodo se debía a mi estatura, por su puesto burlándose porque una vez yo lo apodé de esa manera por ser el menor, ahora era mucho más alto que yo.   -¿Quién?- sentí curiosidad, esperaba que no fuese otro cliente porque me encontraba con mucho trabajo encima y hoy era mi día libre.   -Ve tu misma y averígualo- dijo alzando los hombros, en ocasiones me sacaba de quicio esa actitud tan indiferente con el mundo. Bufé.   Abrí la puerta y me quedé de piedra, un gran auto de lujo seguido de otros dos se estacionaba fuera de mi casa. En la puerta se encontraba recostado Max con un atuendo bastante informal en comparación al de ayer, una gorra oscura cubría su cabellera.   -Hola- pronuncié bajito.   -Lamento haberme tomado la atribución de venir hasta acá, sentí que solo llamarte por teléfono era demasiado simple y probablemente me rechazarías, además nunca especificaste que otro día podría verte- explicó acercándose a mí y saludándome con un beso en mi mano como la noche anterior.   Después de varios minutos de un silencio incómodo entendí porque seguía observándome divertido. Estaba aún en pijama. Intenté no permitir que me afectara, me había visto en circunstancias peores pero no podía evitar sentirme abochornada.   -Bien, ¿Entonces?- indagué cruzándome de brazos.   -¿Saldrías conmigo? Tengo una sorpresa para ti- ofreció, debió ver el brillo en mis ojos porque sonrió aún más.   -¿Una sorpresa?-   Asintió.   -¿Tú crees que así de buenas a primeras voy a salir contigo por una sorpresa?-   -Bueno, estoy intentando disculparme contigo a través de acciones ¿Me lo permitirás Rafaela?- habló tranquilamente Max.   -Yo…- me callé, comprendí entonces que estaba portándome muy dura con él, debería de darle por lo menos la oportunidad de disculparse, quien era yo para juzgarlo de por vida.   Max me miró expectante.   -Vale, dame unos minutos para cambiarme- cedí.   Cuando aprendí a creer  Dos años atrás   Caminé con mi maleta de ruedas dentro del aeropuerto buscando la puerta de embarque, para sentarme a esperar hasta que me tocase subirse al avión, me informaron que mi vuelo era dentro de cuarenta minutos así que saqué mi libro favorito y emprendí la lectura.   Unos gritos llamaron mi atención.   -¡¿Pero cómo es posible?! ¡Mi avión debía de salir en media hora, no tres! Tengo una junta importante- alzaba la voz un tipo bastante alto vestido de camisa blanca y pantalones de vestir marrón, el blazer colgaba de su brazo, era notoria su molestia debido a lo marcada que estaba su frente.   -Disculpe señor, intentaremos solucionarlo lo más pronto posible- intentaba calmarlo el administrador.   Tenía una radio en la mano y pronunciaba algo por esta.   Me reí de la situación, no pudo evitarlo, creía que aquel sujeto estaba exagerando seguramente porque tenía tanto dinero que podía permitírselo, en lugar de simplemente ver el lado positivo de las cosas. Es algo que había aprendido en estos meses.   Al cabo de un rato observé la situación calmarse y visualicé un puesto de café, decidí comprarme un chocolate caliente, no sabría en cuanto tiempo volvería a beberme uno.   -Buenos Días, podría venderme un...- comencé a decirle a la cajera cuando una voz masculina interrumpió mi pedido.   -Un café n***o- impuso. Mis manos se formaron en puños, la sangre comenzaba a hervirme por dentro, si había algo que detestaba en esta vida, eran los tipos como él. De lejos era muy gracioso ciertamente, solo de lejos.   "Ten paciencia con el prójimo" me repetí mentalmente.   -Disculpa, creo que debes respetar tu turno- dije dándome la vuelta observándolo esta vez más de cerca, el tipo que lanzaba alaridos hace un rato se encontraba frente a mí con la cara de poca paciencia que claramente tenía en estos momentos, sin embargo ni se inmutaba, pareciera ser un iceberg sin sentimientos, lo cual me pareció extraño porque minutos antes había explotado como un loco.   -Es solo un estúpido café- soltó calmadamente mientras lanzaba una tarjeta platino encima del mostrador.   Sentí que mi vista se teñía de rojo debido al coraje, me importaba un pepino que haya tenido un mal día, eso no le daba derecho a tratar a las demás personas como si no fuesen nada.   -Y solo es un estúpido turno que tienes que respetar- le respondí entre dientes.   -Cobre- ordenó ignorando mi presencia. De inmediato puse mi mano sobre la tarjeta en el mostrador con más fuerza de la necesaria, la cara de la chica que se encontraba atendiendo era todo un poema, como si una guerra estaba a punto de desatarse.   El sujeto me clavó una mirada intensa de estupefacción, no se creía que alguien como yo no le dejara salirse con la suya.   -Mira niño rico, me importa un pepino cuánto dinero tienes, eso no te da derecho a ser idiota, tratar a las demás personas que no son de tu círculo social como si no valieran nada y respetar un bendito turno- habló con más claridad esta vez tomando un dulce del mostrador poniéndolo sobre el mismo y colocando un billete de diez dólares para que la cajera pueda cobrar, cosa que realizó lo más deprisa que pudo.   Podía sentir la mirada del tipo clavándose en mí como cuchillas pero no me dejé intimidar.   -Gracias, que tengan buen día- dije dándome la vuelta una vez que me fue cobrado el dulce, me dirigí a los asientos sin mirar atrás.   Una vez que estuve sentada me abofeteé mentalmente, tanto había sido el enojo que olvidé completamente que lo que tenía entre mis manos no era lo que iba a comprar, por dignidad propia decidí dejarlo así.   Intentaba no mirar hacia donde estaba el puesto de café, la pantalla anunció mi partida, mi cara seguía roja del coraje y de la vergüenza, no acostumbraba a hacerle frente a las personas, prefería guardar silencio sin ocasionar ninguna pelea, más porque muy pocas veces en mi vida me había tocado lidiar con personas como aquel tipo aun así me habían enseñado que no debía permitir a nadie que me humillase.   Me acomodé en mi asiento pensando en que el mal rato ya había pasado y que ahora podía disfrutar del viaje e ir a lo que iba. Cerré mis ojos y oré en silencio mientras los demás terminaban de acomodarse en sus asientos, el avión iba medianamente lleno.   Sentí como una persona se acomodaba a mi lado.   -Vaya, ¿pidiendo perdón por haber gritado?- pronunció una voz ya un poco familiar.   -No...- susurré para mí misma -No, no no no- repetí esta vez más alto. Una carcajada le trajo de vuelta, era del tipo que se había alterado en el puesto de café.   -¿Acaso estas burlándote de mis creencias? ¿Sufres de algún trastorno bipolar severo?- hablé con notoria molestia.   -Discúlpame, si fui un idiota allá afuera…y ahora- ofreció con una media sonrisa arrepentida.   -Bien, no puedo guardar rencor así que te disculpo- le ofrecí con fingido desinterés.   -Maximiliam- Pronunció con acento francés, algo que no había notado con anterioridad, lo observé en silencio.   -Definitivamente bipolar, Maximiliam- intenté igualar su acento al pronunciar su nombre.   -Deberías tomar un curso, tu acento es muy malo- comentó, lo miré con indignación, había tomado un curso durante dos años.   -Deberías tomar un curso de modales pero no estoy criticándote- devolví.   -De hecho, lo hiciste allá afuera y lo acabas de hacer de nuevo- observó divertido.   -¡Solo te hacía una sugerencia!- me defendí.   -¿Ahora te preocupas por mí?- indagó con fingida sorpresa. Iba a matarlo. Mi cara debió ser la de una loca desquiciada a punto de ser soltada para a****r porque provocó que Max alzara sus manos en gesto de rendición.   -Bien, bien, te dejaré tranquila, pero ahora sé que te preocupas por mí, eres una buena cristiana- dijo señalando mi collar, acto seguido guiñó uno de sus ojos. ¿Estaba coqueteándome? ¿Halagándome? ¿Cómo sabía que representaba mi collar? Mi indignación iba creciendo.   -¿Siempre eres así de cínico y bipolar?- pregunté retóricamente, por desgracia mi lengua se soltó antes de que pudiese reaccionar.   -Y directo ¿Puedo saber tu nombre?- indagó ignorando mi evidente molestia ¿Esos ojos seguían coqueteando conmigo?   Puse una mano sobre mi barbilla mientras me sonrojaba y miraba hacia la ventana, este sería un largo viaje.   Dios dame fuerzas.   Al cabo de una hora de eterno silencio.   -¿Por qué te pusiste tan histérico en el aeropuerto?- inquirí. Eso pareció tomarlo por sorpresa y observé como una sombra pasaba por sus ojos.   Creo que no fue una buena pregunta.   -Mi madre…-intentó iniciar pero se cortó de inmediato, lo mire tragar con dificultad. Algo estaba afectándole de manera brutal. No quise seguir indagando en el tema.   -Si me convences de que no eres un traficante de órganos, de gente o algo así puede que te diga mi nombre- intenté bromear.   Eso pareció devolverle la media sonrisa.   -Ni siquiera debería estar viajando en este avión, el mío tuvo fallas técnicas y para poder llegar más rápido a donde tengo que ir, me monté en este- explicó sin necesidad mirando hacia el frente.   -¿Tienes un avión?- curioseé.   -Parece que no ves mucho las noticias- mencionó con diversión. ¿Se supone que debería saber quién era? Era muy egocéntrico de su parte.   -¿Entonces porque no te vas a primera clase si tanto te molesta?-   Me observó fijamente y pude notar lo claros que eran sus ojos, como el cielo que se encontraba a mi derecha.   -Sé que no te conozco de nada pero verte me causó mucha intriga, además debo añadir que no suelo comportarme de esa manera, tengo que llegar a un sitio muy importante y pues te mereces las debidas disculpas de mi parte-   -Disculpas aceptadas, ahora puedes irte a la zona privada con tranquilidad- le ofrecí, lo cierto era que no entendía porque me molestaba tanto su presencia, sin embargo en el fondo esperaba que no se fuera.   -¿Estás deshaciéndote de mí?- fingió indignación.   No respondí.   -No soy un rico petulante que desborda en dinero y le gusta restregárselo a los demás, lamento que tengas esa impresión de mí- habló en serio.   Tampoco respondí, no entendía porque se disculpaba tanto.   -Solo le sirvo a mi país, o al menos eso intento, pero me agradas y por eso estoy aquí- continuó –Si voy a viajar en clase turista a menos debe de ser con una buena compañía-   -Suficiente, voy a cambiarme de asiento y empezaré a gritar por ayuda- hice un ademán de levantarme.   Nuevamente una carcajada surgió esta vez de ambos.  

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