Capítulo 5

1503 Words
Alice iba en la camioneta de Maksym viendo hacia la ventana. La tarde estaba cayendo y las luces en la ciudad se iban encendiendo. Ella admiraba todo y sus ojos brillaban con la luz de afuera. Maksym la observó por unos minutos y sabía que se iba a arrepentir, pero le había prometido dejar que regresara a la mansión al caer la noche. —Sal del auto —su voz gruesa la sobresaltó—. Bájate, Alice —le ordenó. Ya le ardían demasiado los ojos de tanto que los abrió en la plaza hace un rato. —¿Por qué? ¿Me vas a dejar en la calle botada para que un perro con rabia me muerda y muera rabiosa por culpa de ese animal abandonado? —le preguntó, pero todo lo que salió de su boca fue acusaciones. Él se cuestionó al verla. ¿Realmente ella podía tener esos pensamientos? ¿Cómo lograba sacar esas conclusiones con solo él haber dicho tan poco? El rostro de Alice era sereno, pero sus ojos estaban llenos de confusión y miedo. A Maksym siempre le han cabreado las mujeres como ella. Débiles y frágiles. Ante los ojos del mafioso, Alice, se iba a romper. —¿Por qué estás pensando eso? —suspiró, pero no mostró emoción alguna. —Porque pareces lo suficientemente malo para hacerlo. —Buen punto, pero no. Lamento decepcionarte —ella frunció el ceño—. Soy un hombre de palabra y prometí dejarte volver a la mansión al caer la noche —señaló la ventana—. Todavía te quedan unas horas de libertad plena. Asintió lentamente. —Nana vendrá por mí después. Ella... —Busca tu sola como volver. Baja del auto y no llegues después de la medianoche, Alice. —Por un momentito pensé que eras bueno —lo acusó con su mirada. —Quiero que te muerda un perro con rabia para que mueras de una infección mientras tienes hipotermia por la helada noche que te espera —admitió, pero era verano y sería un poco imposible—. Quiero cenar Alice a la parrilla. Indignada, empezó a decirle palabras en finlandés, logrando llamar más la atención de Maksym. —Por gente como tú es que el shampoo trae instrucciones —abrió la puerta del auto. —Hey... —ella suspira y antes de bajarse, lo ve—. Soy tu dueño. Debes hablarme con respeto y decirme jefe, amo o mi señor. De solo pensar esos apodos su rostro se llenó de asco, logrando que Maksym quisiera reír. —¡Vete a la mierda, mafioso imbécil! —se bajó del auto y se fue indignada. El chofer miró perplejo desde su lugar el rostro inexpresivo de su jefe. —Mierda es una mala palabra, pero me siento muy insultado al escucharla decirme imbécil —miró a su chófer—. Ella no parece ser una mujer que diga groserías y por esa razón me siento más insultado. —Jefe, puede que ella realmente haya querido decirle esa oración completa —dijo, dudando cada palabra. —¿Entonces le das la razón en que soy mierda y un imbécil? —Mak se acarició el mentón. —No, jefe. Quiero decir, ella estaba molesta y probablemente, eso fue calentura del momento. No necesariamente debe ser una mujer mal hablada o grosera. —¿Para quién trabajas? —Para usted, señor —el pobre chófer quiso desaparecer. —¿Por qué la defiendes entonces? —Es que mi mujer me manda a la mierda más veces de lo que usted pueda imaginar. Por eso entendí a la señorita Alice —corrigió rápidamente el chófer. —Me llevas a casa y luego vienes por ella. No la pierdas de vista porque será tu responsabilidad si le pasa algo. A los enemigos siempre hay que mantenerlos muy cerca —le advirtió y el chófer inició el camino más largo a la mansión. *** Alice había caminado por todo el lugar. Estaba cansada y maravillada por lo que vió durante su paseo. Hubo algunos polacos que le regalaron comida y algunos postres. Miró la parada de autobuses, pero no tenía dinero y mucho menos sabía el camino de regreso a la casa de su secuestrador. Suspiró y escuchó como un hombre le hablaba. —El jefe dijo que es hora de volver —el chófer de Maksym había esperado que la mujer tuviese el rostro cansado para poder acercarse. —Sí... En total silencio se fueron al auto y volvieron a la mansión. Alice miró la enorme casa frente a ella y por primera vez en días extrañó más a su Pame. Se dió cuenta de lo sola que estaba y aunque quiso llorar, se tragó todas sus emociones. Entró a la casa del mafioso y la recibió la oscuridad. No sabía qué hora era, pero esperaba no haber llegado tarde. Agradecía completamente estar medio drogada por lo que él doctor le había recetado. Podría tener una sobredosis en proceso. —Pasó un minuto desde que es medianoche, Alice —la voz de Maksym resonó por el pasillo de su habitación. Ella se giró y lo encontró en el marco de su puerta. Frunció el ceño sin entender. Había llegado puntualmente como le ordenó que lo hiciera. —Solo ha pasado un minuto... —murmuró, él observó la bolsa en su mano y alzó una ceja—. Me lo han regalado mientras caminaba por la ciudad. Los polacos son amables. —¿Entonces ellos no son asesinos? —la miró con diversión—. Ellos son mentalmente saludables y yo quiero cortarte en pedazos. —¿En serio quieres hacerme eso? —lo miró con miedo. —Ve a dormir. Mañana empiezas a trabajar con Nana. Ella tocará tu puerta para que estés atenta y puedas empezar a su ritmo. Tendrás tu pago al final de la semana y haré todos los trámites para que estés legal en Polonia —le explicó, logrando que se calmara por unos segundos—. Necesito que me digas realmente quien eres para poder ayudarte. —Pero yo ya dije quien era. ¿Simplemente no puedes hacer algo con eso? —¿Quieres vivir en mi casa y no morir en lo que pongas un pie fuera de ella? —empezó a acercarse—. ¿Quién eres, Alice? Ella tragó grueso y nada podría salir mal si ella decía el apellido de su madre. Era la hija bastarda no reconocida del rey. Era una princesa sin título porque su padre no quería que su reino fuera manejado por la hija de una sirvienta. —Alice Korhonen. Mi madre en Finlandia trabajaba de servicio para la familia real. Pueden buscar a Amelia Korhonen y tramitar mis documentos con ello —confesó. Ahí se dió cuenta de que su padre la hizo trabajar con el título de princesa que nunca le dió y la obligaba a casarse con un viejo para que reinara otro país. La harían pasar como cenicienta, y era indignante porque ella tenía sangre real. —¿La familia real te hizo daño o fue tu madre? —le preguntó, acercándose a ella sin que se diera cuenta—. Solo yo puedo sacarte del juego, Alice. Tus enemigos también serán los míos. Maksym frunció el ceño ante sus palabras porque no esperaba decirlas y menos a ella. Tal vez se debía a su debilidad, pero cuando Nana la amolde a su gusto y descubra realmente que pasó en Finlandia, probablemente podría hacer lo que Nikolas le pidió. —En mi mundo no se mata personas —ella le pasó por el lado, él la tomó por su brazo y la jaló nuevamente hasta quedar frente a frente. —Ahora estás en el mío y déjame bajarte de las nubes, princesita —hizo presión en su brazo—. Aquí todos mueren si yo lo ordeno. Es mi jodido territorio y tú estás en el. Pórtate bien, acata las reglas o... —¿Me vas a matar? —lo interrumpió—. Hazlo y así puedes dejar de amenazarme. Desde que te vi sé que moriré por tu culpa y lo acepté. Solo no me hagas sufrir mientras muero. Él miró sus labios carnosos y bonitos. No era una mujer fea y cuando no soltaba esos pensamientos intrusivos para acusarlo de algo, podría decir que le parecía inocente y bastante cohibida. —¿Por qué no me pides mejor que mate a los causantes de tu sufrimiento? —la pegó contra la pared y tomó con su mano libre su mejilla—. Le tienes miedo al asesino incorrecto, mujer. —Todos ustedes son... —¡No! Yo soy único —la interrumpió y la besó. Todo su cuerpo se tensó ante el acto del mafioso. Mordió sus labios para que ella abriera la boca y así pudiera responder el beso, cosa que hizo con facilidad. Alice se derritió ante su primer beso y Maksym sintió que algo estaba mal con él.
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