Anthony le había dejado un mensaje hacía ya dos horas, lo había escrito una y mil veces, lo había borrado y lo había reescrito mil más, hasta que por fin logró encontrar las palabras correctas:
“Hola Dani,
Deseo de corazón que haya tenido una noche agradable, fue un placer inmenso haberla conocido, aun leo ese poema, en verdad creo que tiene talento para eso. Espero hoy podamos vernos.
Soy Anthony”
Desde hacía dos horas, revisaba su bandeja de entrada, pero Dani no había respondido.
—¿Qué harás hoy? — Le preguntó su querido amigo asomándose a la cama. Anthony mantenía la computadora portátil sobre su regazo.
—No lo sé, Ed.
Ed rió con ganas al verle la cara de preocupación.
—¿Piensas en Dani, no es así?
Cerró la computadora de prisa.
—No te lo niego, pero sigo creyendo que es muy joven, ha de creer que soy un demente. Un viejo rabo verde.
—Tal vez, uno de esos tipos que se abalanzan a la primera como gordita en tobogán de bajada.
Anthony soltó una risa.
—Sí, eso pienso, quizá lo correcto sea que no me responda. Además, por primera vez en mi vida, no quiero convencer a alguien por otros medios, ya sabes…
—Dinero. No Anthony, por primera vez no creo que el dinero pueda ayudarte. Ten paciencia, ya lo leerá.
Anthony le clavó la vista.
—Sé que no estás acostumbrado a esperar, pero ya sabes para todo siempre hay una primera vez.
Fue imposible para Anthony contener un suspiro. Dejó la computadora sobre la mesa que estaba al lado de la cama, se puso de pie y fue a darse una ducha. Anthony estaba muy acostumbrado a vivir bien, sin que le faltará nada, todo cuanto él quería lo tenía, pero por primera vez en la vida, deseaba algo que estaba muy lejos de su alcance y poder. Cuando terminó de ducharse hizo unas llamadas a sus compañías, y a sus representantes, se puso al corriente de la mayoría de sus asuntos. Casi por las doce, no pudo controlar su curiosidad e ingresó una vez más a la bandeja de recibidos, pero aún no había respuesta.
Se sobó los nudillos de las manos. Pensaba en escribirle de nuevo, pero no quería parecer muy interesado, quizá podría asustarla. Se debatía en mil ideas, cuando su móvil sonó. Estaba tan ensimismado que ni siquiera vio quien era, sólo respondió.
—Hola, mi amor. Me han dicho que no vendrás hasta dentro de unos meses, lo cual es una lástima, bombón. Me encantaría verte, y hacer todo eso que a ti te gusta, sé que no lo dirás, pero estoy segura que me has echado de menos.
Se sobó el cabello al escuchar la voz de Sara, una de esas mujeres que él solía pretender de vez en vez, otras de sus favoritas para pasarla bien.
—Sara. ¡Cuánto tiempo! En realidad, estoy muy lejos de la ciudad, y no volveré tal como te lo han dicho. Quizá cuando esté por la ciudad podremos conversar.
Aquella mujer soltó un quejido.
—¡Qué tristeza! Bueno háblame que estaré ansiosa por tenerte, un beso mi amor.
—Hasta pronto, Sara.
Cortó la comunicación sintiéndose muy tentado a verla. Sabía que Sara era una excelente amante, una de esas que no saben de tabúes. Se levantó y tomó sus llaves del automóvil, nada perdía entreteniéndose un rato.
—¿Irás a la ciudad?
Anthony sonrió dándole a entender que se moría por salir tras ella, alzaba las cejas de arriba abajo entusiasmado.
—Bueno, al menos serás el tercero con el que duerma hoy de su lista sin fin…
Anthony frunció el ceño, se desvaneció aquella dicha de querer verla.
—No pongas esa cara, tú sabes que ella no sólo se dedica a quererte, pero ve sigue viviendo de espejismos, que eso es lo único que realmente te complace.
De pronto escuchó a alguien llamar a la puerta. Salió de mala gana, pues quería seguir debatiendo el asunto sobre esa chica, la cual era una de sus favoritas para pasarla bien. Al abrir la puerta casi se desmaya, allí estaba Dani, al verlo ella abrió los ojos a más no poder.
—¡Dios Santo! No tenía idea que usted vivía aquí, lo que pasa es que una compañera mía perdió sus llaves por aquí, creí que nada perdía preguntando, bueno, sabe olvídelo, disculpe la molestia.
Dani se dio la vuelta de inmediato, muy apenada. Temblaba sin creer que había dado con la casa de Anthony sin quererlo así.
—Dani, no, no hoy problema. Si no lleva prisa, tal vez quiera pasar un momento.
Ella se volvió a él, mientras sus mejillas estaban más coloradas que una cereza.
—Anthony, se lo agradezco, pero hoy me toca ir al trabajo, pero quizá si no le parece muy atrevido por parte mía, podríamos conversar otro día.
—Me parece bien, pero porque no me dice a donde se dirige yo podría llevarla.
Ed le dio un fuerte puñetazo en el hombro izquierdo en un lado donde la puerta no dejaba ver hacia dentro. Se estremeció.
—¡Dios mío! Perdone, pero no quiero abusar, es mejor que me vaya, gracias Anthony, hasta pronto.
Ni siquiera le dio oportunidad a Anthony decir algo más, salió disparada como una flecha. Una vez más llevaba una sudadera, jeans, y zapatillas deportivas. Anthony no pudo dejar de verla hasta que se desapareció de su vista.
—¡Oye, Ed! ¿Qué significó eso?
Todavía se sobaba el golpe.
—Bueno, es un recordatorio. ¿No pensabas llevarla en un automóvil deportivo del año a su trabajo? Pensará que eres un narcotraficante, además ella no te verá como una buena persona.
Anthony soltó una risa.
—Te lo agradezco tienes razón, la habría asustado.
—Bien, me imagino que ya te vas, suerte con esa mujer que ansía sacarte más dinero. Llega con ella sin dinero, ni un buen automóvil, ni lujos, y me cuentas como te trató.
Sonrió ampliamente.
—No, no iré. Tienes razón, aunque me resultaba tentador, ver a Dani cambió todo para mí. Así que tranquilo mejor explícame ¿Crees que de verdad tengo una oportunidad con ella?
—La tienes, siempre y cuando no te comportes como el estúpido que no eres, si no como el hombre que realmente predomina en tu ser. No lo olvides.
Anthony soltó una risa. Estaba aferrado a la esperanza de conocerla.