Llegaron a la cocina y Anthony le sirvió una taza de café.
—Me siento muy apenada Anthony. No es mi costumbre ser…
—La conocí desde hace unos días, y no se preocupe, si está aquí es porque fui por usted.
A pesar de sentirse frágil no pudo evitar sonreír.
—Gracias Anthony.
—Corazón, es un placer.
Notó que se acercó a la nevera y tomó de allí una tartaleta la llevó a la mesa y cortó dos trozos, los sirvió y le dio uno a ella. Luego le pasó una pequeña servidora.
—Es raro, Anthony que ninguna mujer haya despertado en usted ese deseo de tener novia, usted es alguien agradable, muy agradable.
Anthony sonrió sentándose a su lado.
—Es la verdad, corazón. Nadie me llamó la atención, nunca sentí la necesidad de compartir más con alguien.
En cuanto Dani escuchó: Nadie me llamó la atención,
