Bajo la piel de los monstruos

1032 Words
capitulo 13 —D-de los monstruos... —dijo ella entre lágrimas. —¿Dónde están esos “monstruos muggles”? —exigió saber Barty, pero la chica no respondió. Enfurecido, el mortífago la sujetó por el cuello. Ella se retorció en busca de aire, arañando sus brazos con desesperación. Fue entonces cuando Draco lanzó un discreto hechizo que provocó la caída de unos botes de basura cercanos. El estruendo distrajo a Barty, quien soltó a la chica. Ella lo miró, aterrada pero agradecida. Aún dudaba de ellos, pero vio en Draco un resquicio de humanidad. —Son... criaturas extrañas —dijo, frotándose el cuello con manos temblorosas—. Monstruos con colmillos. Drenan la sangre de las personas. Sus ojos se vuelven rojos oscuros y se les forman venas moradas alrededor de los ojos. Barty y Draco intercambiaron una mirada cargada de tensión. —¿Qué más sabes sobre esos vampiros? —preguntó Barty, sus ojos brillando con una malicia peligrosa. —Solo lo que vi... Dejaron a mi familia desangrada... —susurró ella, temblando. —¿Te siguen? —insistió Barty, pasando su varita por el rostro de la mujer. —Sí... —asintió la chica con miedo. Sin previo aviso, Barty lanzó un hechizo que la derribó contra el suelo húmedo del callejón. Draco apenas alcanzó a reaccionar antes de que el mortífago le arrojara un bolso. —Encárgate de esta sucia muggle —ordenó. —Lo haré —respondió Draco con frialdad, atrapando el bolso que pesaba más de lo esperado. Usó un hechizo para atarla y, con desgano, la transportó al interior del bolso encantado. —Vamos a descansar en la House Mousse —anunció Barty. Era una caverna donde magos leales a los mortífagos se refugiaban. —Ya —murmuró Draco. Una vez allí, fueron recibidos por un mago viejo y hosco que les dio las llaves de sus habitaciones. Barty hizo que se llevaran el bolso con la muggle. —Mañana le sacamos la información —dijo entre risas—. Y si no coopera... ya sabes. Draco no respondió. Subió a su habitación con el bolso, lo dejó a un lado y se dejó caer en la cama. Pensaba en Davina, en cómo estaría, si aún estaría viva... Su corazón se apretaba. Un ruido lo sacó de sus pensamientos. El bolso se agitaba. —No puede ser... —murmuró. —¡Por favor, ayúdame! —gritó la voz desde dentro. Con un suspiro, Draco hizo un hechizo y la sacó. Estaba aún atada, pero le quitó el hechizo de la boca. Ella lo miró con sorpresa. —¿Me vas a ayudar? —preguntó, con los ojos suplicantes. —No. Pero necesito que me digas qué sabes sobre un ritual —respondió Draco en voz baja, disimulando una tos para ocultar su vacilación. —¿Cómo sabes sobre eso? —replicó ella, confundida. “¿Será el mismo ritual que buscan para Davina?”, pensó Draco. —Cuéntame más —insistió. —Es un ritual oscuro. Lo lidera uno de los vampiros más antiguos. Está buscando magas de sangre pura y humanos para obtener un poder inimaginable —dijo ella, mirando a Draco con temor. —¿Cómo se llama? —preguntó sin rodeos. —Dicen que se llama Liam... —respondió, bajando la mirada. Draco tragó saliva. Lo temía. Liam estaba detrás de todo. —¿Por qué te interesa? ¿A quién buscas proteger? —se atrevió a preguntar ella. —Eso no te incumbe, muggle —espetó Draco con fastidio. —Solo preguntaba... —respondió ella rápidamente. —¿Qué quieres a cambio? —preguntó él, mirándola con suspicacia. —Protección. Un lugar seguro donde esos monstruos no me encuentren... —susurró ella, esperanzada. Draco la observó en silencio. Algo no cuadraba. ¿Por qué los vampiros estarían interesados en una simple muggle? ¿Qué ocultaba ella? Sus pensamientos se dirigieron una vez más a Davina. Si esta chica tenía información útil, debía aprovecharla. Aunque le costara admitirlo, necesitaba a esa muggle… por ahora. —¿Por qué te buscan los vampiros? —preguntó Draco Malfoy, visiblemente intrigado por la súplica de la joven muggle. Mientras tanto, en otro lugar, Davina solo se aferra a la vida como puede. Su cuerpo actúa por instinto, y sus colmillos siguen extrayendo la sangre de Liam, que no parece querer que se detenga. Liam, por su parte, experimenta una sensación de placer profundo e indescriptible. Su respiración se agita, gime sin control, incluso cubriéndose la boca con la mano, pero los sonidos escapan de él inevitablemente. Davina se aparta, limpia los restos de sangre de su boca con el dorso de la mano y observa a Liam, que sigue jadeando, el rostro enrojecido por la excitación. —Cómo me gustaría que me quitaras estas ganas... —murmura Liam para sí, con voz rasposa. —¿Qué? —pregunta Davina, confundida y sonrojada. —Voy a ir a cazar —responde él, más alto, dándose la vuelta con esfuerzo, intentando contener su impulso. —Sí... —responde ella, tragando saliva. Sus emociones la abrasan por dentro. Pero antes de salir, Liam se detiene, dominado por su instinto, gira sobre sus pasos y la toma con fuerza, besándola con urgencia. Davina intenta resistirse, lo empuja, pero él la sujeta con firmeza y ambos caen contra una pared que se resquebraja por el impacto. Liam la sostiene, acercándose peligrosamente a su cuerpo. Su respiración es errática. Davina intenta mantener la compostura mientras el deseo y el miedo se mezclan en su interior. Liam baja la mirada, se acerca a su cuello y vuelve a besarla con intensidad. Al sentir el sabor de su sangre, un estremecimiento recorre el cuerpo de Davina. La escena es tan íntima como desconcertante. Ella tiembla, vulnerable, sobrecargada de emociones. —Ahora sí... voy a cazar —dice finalmente Liam, todavía jadeando, mientras se aleja apresuradamente con su velocidad vampírica. Davina, paralizada, toma conciencia de que ella también posee esa habilidad. Se dirige al baño, se limpia con apuro y encuentra algo de ropa limpia en un baúl antiguo. Viste lo que puede y sale corriendo, aprovechando que Liam se ha marchado.
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