capitulo 6
Pero Davina no estaba allí.
Busqué por los rincones, entre la multitud, entre rostros extraños. Nada. Solo un vacío que me pesaba en el pecho. Me sentí extraño… frustrado, incluso triste.
Regresé a Hogwarts con esa sensación aún palpitando.
Cuando entré a mi habitación, Crabbe y Gregory seguían allí, más tranquilos esta vez.
—¿Todo bien, Draco? —preguntaron al unísono.
—Sí, solo salí a tomar aire —respondí sin rodeos, aunque el pensamiento de Davina aún me carcomía por dentro.
—Cualquier cosa, nos avisas —dijeron antes de salir.
Ya solo, me dejé caer en la cama. No podía dejar de pensar en ella. Necesitaba saber quién era realmente.
La biblioteca fue mi siguiente destino. Sumergido entre libros polvorientos y tomos antiguos, mis ojos se agrandaron al encontrar un nombre: Davina Claire. Su linaje era más antiguo y puro de lo que imaginaba. Su familia, respetada, incluso entre los más estrictos puristas.
Eso lo cambiaba todo.
No podía perder tiempo. Fui directo al Callejón Diagon, y esta vez, la encontré. Estaba en la tienda de varitas de Ollivander.
Al verme, Davina se sorprendió, pero no huyó. Su expresión pasó del asombro a una suave calidez mientras hablábamos. Me contó cosas que no había revelado a nadie. Incluso me confesó su linaje.
Pero entonces, todo cambió.
Un grupo de mortífagos irrumpió en la tienda. Buscaban a alguien… y por la forma en que Davina se tensó, supe que era a ella.
Sin pensarlo, le tomé la mano y la guié a través de los callejones traseros, entre sombras y adrenalina, escapando a toda prisa. Corrimos hasta perdernos de su vista. Cuando por fin paramos, ella me miró, agradecida.
—Gracias, Zeus —me dijo, con una sonrisa que me hizo sentir que todo valía la pena.
—Vamos a mi casa. Allí estarás segura —me ofreció.
Asentí, aunque en mi mente el efecto de la poción multijugos era un reloj de arena en cuenta regresiva. Pero por si acaso, llevaba un frasco más.
En el camino, me confesó que no vivía con sus padres. Tenía su propio hogar, lejos del control de su familia. Escuché con atención, intrigado.
Cuando llegamos, su casa no era ostentosa, pero tenía algo… algo que la hacía especial.
Fue justo en ese momento que una figura emergió entre los árboles. Una chica rubia, vestida de n***o, se acercó sin varita ni escoba, pero con una presencia que helaba la sangre.
Me puse delante de Davina, apuntándole con mi varita.
—¿Quién eres? —pregunté, sin bajar la guardia.
—Eso no importa —respondió la chica con una voz firme—. Davina está en peligro. Tienes que sacarla de aquí. Ahora.
Los ojos de Davina se abrieron con pánico. —¿Qué peligro, Rebekah?
Así que se conocían…
Rebekah vaciló un instante. Parecía elegir con cuidado sus próximas palabras.
—Te lo diré, pero después tendrás que irte de inmediato —sentenció Rebekah, clavando su mirada intensa en Davina.
El silencio se apoderó del ambiente, cargado de una tensión que parecía cortar el aire. Davina asintió lentamente, su expresión reflejando la resignación y la preocupación que sentía en ese momento.
—Está bien, Rebekah —dijo Davina con voz ligeramente triste.
—Están reclutando a todas las magas de Sangre Pura para un ritual —reveló Rebekah, su expresión tornándose sombría. Davina sintió un nudo formarse en su estómago ante la gravedad de la información.
Ambas sabían que esto las ponía en un peligro mortal. Rebekah había recibido informes confiables sobre este siniestro plan. Le pidió a Davina que se escondiera en un lugar seguro mientras ella investigaba más a fondo.
Dado que Davina estaba con un chico, Rebekah me pidió que la protegiera.
Davina, aunque asustada, confió en nosotras y comenzó a empacar sus cosas. Lanzó un hechizo de protección sobre su casa antes de que saliéramos juntos al bosque, ocultándonos en la oscuridad de la noche
—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Davina con voz temblorosa.
—Vamos a la casa de un buen amigo. Nos puede ayudar —le respondí sin revelar que se trataba de mi propio hogar.
Davina dudó, pero asintió. Al llegar a la mansión Malfoy, entramos por un pasadizo secreto. Le pedí que esperara en mi habitación mientras me dirigía al baño: el efecto del multijugos se estaba desvaneciendo.
Me presenté ante ella como Draco Malfoy, conteniendo los nervios. Davina me analizó de pies a cabeza, claramente intrigada.
—Hola, me presento. Soy el amigo de Zeus —dije intentando parecer natural.
—Mucho gusto, el placer es mío —respondía Davina con amabilidad.
—Me llamo Draco Malfoy. Tú debes ser Davina, ¿no es cierto?
—Sí. Al parecer, Zeus te contó de mí, pero él no me habló mucho de ti.
—Quizás en otro momento te hable más de mí —respondí, nervioso por dentro.
—¿Dónde está Zeus? —preguntó Davina.
—Tuvo que irse a resolver algunos asuntos, pero me contó sobre tu situación. Voy a ayudarte.
Davina pareció agradecer mi ayuda. Me hizo muchas preguntas y con cada una sentía más el peso de mantener la mentira. Pero necesitaba protegerla.
—Necesito saber más detalles sobre el ritual. ¿Sabes algo al respecto?
Davina pensó un momento antes de responder.
—Sé que están buscando chicas de Sangre Pura, vírgenes. El ritual se haría en la cueva del Santo Grial, cerca del lago donde se conectan tres dimensiones: Fantasmas, Muggle y Magos. Requiere sangre...
Me estremecí. Necesitaba esconderla y mantenerla a salvo a toda costa.
—¿Dónde voy a dormir? —preguntó Davina, algo tímida.
—Tranquila, aquí estarás segura. Puedes quedarte en esta habitación. Llamará al elfo para que traiga mantas.
Le enseñé cómo llamarlo. El elfo trajo rápidamente lo necesario.
—Gracias por ayudarme, Draco. No sé cómo habría pasado esta noche sin ti y sin Zeus —me dijo con una sonrisa sincera.
—Haré todo lo que pueda para protegerte —le aseguré.