—Oh... está... bien —murmuró Nina con una voz que traicionaba los nervios que la consumían. Sus palabras salieron entrecortadas, cargadas de una vulnerabilidad que no podía ocultar. Se sentía como una impostora en este mundo de lujo. Salomón detectó inmediatamente la ansiedad en su respuesta. Se acercó más a ella y llevó sus manos grandes hacia sus hombros, sosteniéndola con firmeza reconfortante. —No te pongas nerviosa —le dijo con una voz suave pero protectora, sus ojos verdes clavándose en los de ella—. Estás conmigo. Las palabras fueron una promesa simple pero poderosa. Nina sintió inmediatamente cómo la presencia sólida de Salomón comenzaba a calmar la tormenta de nervios en su interior. Veinte minutos después… El Rolls-Royce se detuvo frente a un edificio discreto pero elegante

