―¿Quieres sexo… anal? ―Si… quiero que complazcas a tu… leoncito. ―¿Hoy? Salomón le habló suave, y mientras la embestía lento como le gustaba a Nina sus manos acariciaron sus caderas, tranquilizándola. —Puede ser esta noche, tú sabes cuánto me gusta tu culo, de noche… sueño con él y me… encanta su sabor, además, tú sabes que… te amo y no te haría daño—dijo, las palabras saliendo de su boca con una mezcla de deseo crudo y una vulnerabilidad que no había planeado. Esa última confesión, "te amo", cayó como un relámpago en la habitación, cargada de una verdad que lo sorprendió incluso a él. Nina, a quien nunca le habían dicho esas palabras, sintió que su corazón se detenía por un instante. Giró ligeramente la cabeza, con sus ojos marrones, brillantes con una mezcla de nervios y devoción

