Zahra levantó lentamente la cabeza de entre los muslos temblorosos de Aisha, con sus labios brillantes por la humedad y una sonrisa traviesa pero profundamente tierna curvándose en su rostro. Sus ojos oscuros brillaban con esa satisfacción particular que solo venía de haber complacido completamente a la mujer que amaba desde hace 4 años con una devoción que trascendía cualquier cosa que la sociedad pudiera entender o aceptar. Desnuda, se deslizó hacia deslizando su piel contra la de Aisha, creando esa fricción eléctrica que enviaba pequeñas corrientes de placer por todo el cuerpo de su amante. Sus senos pequeños pero perfectos se presionaron contra el torso de Aisha mientras ascendía lentamente, como si fuera un ritual sagrado que había perfeccionado durante años de encuentros clandestin

