Como una coreografía perfectamente sincronizada, los estudiantes que habían estado observando desde las escalinatas comenzaron a moverse en oleadas organizadas hacia la entrada principal del edificio. Sus uniformes impecables crearon un río de azul marino y dorado que ascendía por los escalones de mármol con la elegancia de una procesión real. Salomón observó cómo el mar de estudiantes comenzaba a moverse, y dirigió su mirada hacia Emir, quien permanecía de pie junto a él con una postura que intentaba proyectar confianza pero que no lograba ocultar completamente los nervios que se habían acumulado en su estómago como mariposas enloquecidas. Sus manos se movían imperceptiblemente hacia la correa de su maletín, ajustándola sin necesidad real, un gesto inconsciente que revelaba la ansiedad q

