El toque audaz de Nina bajo la mesa enviaba ondas de calor por todo el cuerpo de Salomón, erizándole la piel y acelerando su pulso hasta sentir los latidos en sus sienes. Jamás habría esperado tal iniciativa de ella, tan alejada de la imagen recatada que había proyectado hasta ahora. El contraste entre la mujer tímida y esta versión desinhibida lo desconcertaba y excitaba por igual. Sin embargo, él no sabía que hasta ahora había sido el hombre que la había hecho despertar como mujer, gracias a todos esos orgasmos tan placenteros que le dio por primera vez en su vida, momentos grabados a fuego en la memoria de Nina, recuerdos que la hacían sonrojarse en estas tres noches solitarias sin él. Quería todo de él, de ese hombre que le movía el piso, de Salomón disfrazado quien la había hecho sen

