Sin mediar palabra, Salomón colocó sus manos grandes y fuertes a ambos lados del rostro de Nina. Sus dedos se hundieron ligeramente en su cabello, desbaratando el moño cuidadosamente arreglado. Con un movimiento que combinaba pasión y desesperación, inclinó su rostro hacia el de ella y capturó sus labios en un beso frenético. Nina mantuvo los ojos abiertos durante los primeros segundos, completamente sorprendida por la intensidad del contacto. Sus labios, sin embargo, respondieron instintivamente, como si tuvieran memoria propia. Había algo en la textura de aquella boca, en el sabor ligeramente mentolado, en la forma precisa en que su lengua buscaba la suya, que despertaba en ella un déjà vu tan poderoso que resultaba desconcertante. «¡Ay no, otra vez, Ahmed… viene a mi mente!» Lentamen

