Nina sintió una punzada inexplicable en el estómago, una mezcla de atracción física y algo más profundo que no quería identificar. A pesar de todo lo que había pasado entre ellos, a pesar del contrato y las reglas, no podía negar que este hombre ejercía sobre ella un magnetismo que desafiaba toda lógica. Salomón, por su parte, sintió su pecho contraerse al verla despierta. Sus ojos somnolientos, su cabello despeinado cayendo en ondas sobre sus hombros, la forma en que la luz matutina acariciaba su piel... todo contribuía a una imagen de belleza natural que lo desarmaba completamente y se excitaba porque ya Nina estaba en su guarida y en su cama. —¿Por qué te cubres los senos? —preguntó con voz más ronca de lo que había pretendido—. Te dije que aquí, en mi habitación, siempre estarás desn

