Seguidamente, el sonido de una bofetada atravesó las paredes, seguido de un grito ahogado que heló la sangre de Salomón. Su cuerpo reaccionó antes que su mente, dando un paso hacia la puerta de Nina con determinación. Pero la mano de Hassan se cerró alrededor de su brazo como una tenaza de acero.
—Hermano —susurró—. Otro día... pueden sospechar.
Dentro del apartamento, Nina tocó su mejilla ardiente con dedos temblorosos. El calor se expandía como fuego líquido desde donde la mano de Driztan había impactado segundos antes. Su nariz comenzó a sangrar y un sabor metálico invadió su boca; se había mordido el interior de la mejilla con el golpe y Driztan había dado con su nariz. Sus ojos, que se habían mantenido obstinadamente secos durante años de humillaciones, ahora se llenaban de lágrimas
