Salomón evaluó la prenda con ojo crítico, con la nariz ligeramente arrugada en un gesto inconsciente de desdén aristocrático. —¿No hay algo mejor? La última vez la camisa de flores como que le gustó. Hassan soltó una carcajada genuina. —¿El gran Salomón Al-Sharif preocupado por su imagen ante una empleada doméstica? —la ironía en su voz era palpable—. ¿Qué dirían tus admiradoras de la alta sociedad? Salomón le dirigió una mirada que habría hecho temblar a ejecutivos con décadas de experiencia, pero que rebotó inofensivamente contra la coraza de familiaridad de Hassan. —Cállate —murmuró, mientras Fares sin meterse en los asuntos como siempre de los multimillonarios excéntricos, mientras le ponía meticulosamente la barba. —Esta bien me callo —repitió Hassan, observando cómo la transfor

