―Aaaah. ―Ooh, estas… tan apretada. Las paredes internas de Nina lo recibían con una mezcla fascinante de resistencia y bienvenida, apretándolo con una fuerza que amplificaba las sensaciones para ambos. El preservativo, lubricado para facilitar el movimiento, no disminuía en absoluto la sensación de su grosor, que rozaba sistemáticamente cada terminación nerviosa en el interior de ella, enviando corrientes de placer que se ramificaban por todo su cuerpo como relámpagos en un cielo nocturno. Inclinándose aún más sobre ella, Salomón permitió que su pecho, cubierto por una capa de vello masculino, rozara los senos expuestos de Nina. Los pezones de ella, rosados y endurecidos por la excitación, se frotaban contra su piel con cada movimiento, creando un punto adicional de fricción deliciosa.

