En ese momento, las palabras de Salomón calaron profundo en Nina, atravesándola como un relámpago. Sintió que el aire se volvía denso, casi irrespirable, mientras su mente procesaba aquella propuesta indecente que acababa de escuchar. Un escalofrío recorrió su espalda, mezclando indignación con incredulidad. «¿Quiere que sea su amante?»―se preguntó en silencio, con el pulso acelerado y la garganta seca. La indignación brotó desde lo más profundo de su ser como lava incandescente, quemando cualquier rastro de miedo o desesperación que pudiera sentir. En ese instante, las amenazas de Soraya quedaron sepultadas bajo una rabia primaria que nubló su razonamiento. Con un movimiento brusco y decidido, se puso de pie tan rápidamente que la silla pesada de cuero negr0 se tambaleó peligrosamente,

