Sin embargo, algo en su postura le indicaba que no iba a ceder, al menos no bajo estos términos. Era como un animal acorralado, dispuesto a luchar hasta el final antes que rendirse. Esta observación despertó tanto admiración como frustración en él. «No se ha ido aún, sabía que lo de Emir, la retendría. Es como su hijo, lo ama, y el muchacho solo trabaja y no debería» Moviéndose ligeramente en su lujosa silla de cuero, ajustó su estrategia. El verdadero arte de la negociación no estaba en presionar hasta quebrar, sino en ofrecer una ilusión de elección donde todas las opciones te beneficiaban. —Entiendo tu indignación —dijo, modulando su tono para que sonara a la vez comprensivo y autoritario—. Pero piénsalo de esta manera: todos vendemos algo de nosotros a diario. Algunos venden su tie

