Minutos más tarde… Salomón había terminado, rociándola a ella con semen sobre todas sus nalgas enrojecidas. Satisfecho, él respiró hondo, con su pecho velludo subiendo y bajando. Buscó su teléfono en la mesita de noche, lo levantó y tomó una foto con: ella atada, desnuda, cubierta de su semen, con las marcas rojas de las esposas y el sexo salvaje aún visibles en su cuerpo. Una sonrisa torcida cruzó su rostro; era un trofeo más en su colección privada. Sin decir nada, dejó el teléfono y empezó a desatarla. Sus dedos expertos soltaron las correas del arnés con precisión, quitándole el collar y las esposas de cuero negr0. La piel de sus muñecas estaba enrojecida, y ella gimió débilmente al sentir la liberación. Luego, él se levantó de la cama, totalmente desnudo. Tomó una bata de baño n£gra

