—Muchacha, ¿qué sucedió? ¿Qué te dijo el jefe? —preguntó Khadija, con sus ojos oscuros estudiando intensamente el rostro alterado de Nina, buscando señales de lo ocurrido en la oficina presidencial. Nina intentó componer una sonrisa que no alcanzó sus ojos. Sus manos, aún temblorosas, tomaron las de Khadija. El contraste entre sus dedos ásperos, marcados por años de trabajo duro, y las manos suaves y bien cuidadas de la ejecutiva era evidente. —No señora, no voy a trabajar aquí —respondió, esforzándose por mantener la voz firme—. Su jefe no me... contratará. Me hizo unas preguntas extrañas y de verdad no quiero estar aquí. Sé que... es buena la paga, pero… mejor busco en otro lado. Las pulseras de oro de Khadija tintinearon suavemente mientras apretaba las manos de Nina con genuina preo

