Mientras tanto, en la mansión de Soraya Al-Fayed... La mujer estaba absolutamente furiosa, caminando de un lado a otro de su habitación con pasos que delataban su irritación creciente como una tigresa enjaulada. Sus tacones de diseñador golpeaban el mármol italiano con un ritmo staccato que reverberaba por toda la suite, creando una banda sonora de ira contenida. Había tirado su teléfono celular sobre la cama de seda francesa con tanta fuerza que la pantalla se había agrietado ligeramente, formando una telaraña de líneas que reflejaban perfectamente el estado fragmentado de su temperamento. Eran casi las nueve de la noche y Nina no había respondido ninguna de sus múltiples llamadas insistentes. Cada llamada sin respuesta había alimentado su rabia hasta convertirla en algo palpable que pa

