Se la ofreció con movimientos deliberadamente lentos y ceremoniales, sosteniéndola justo frente a los labios carnosos de Nina mientras la observaba con una intensidad depredadora que la hacía sentir como si fuera la única mujer en todo el universo conocido. Ella lo miraba con una lujuria creciente y primitiva que la sorprendía por su intensidad volcánica; no sabía cómo ni cuándo había sucedido exactamente esta transformación, pero Salomón había logrado despertar un lado lujurioso y hambriento en ella que no sabía que existía enterrado en las profundidades de su alma, una parte salvaje de su sexualidad que había permanecido dormida como la bella durmiente hasta que él la había despertado con el beso devastador de su magnetismo irresistible. Mientras masticaba la uva dulce y jugosa, sintien

