Salomón se puso visiblemente incómodo, con sus facciones tensándose ligeramente mientras recordaba su confesión anterior sobre cómo había perdido el control de su identidad falsa. Carraspeó y le respondió, intentando defender su orgullo herido:
—Pues no tanto, porque al final te conquisté —declaró, aunque su voz sonaba menos segura que de costumbre.
—En tu versión pobre —replicó Nina inmediatamente, sin darle tregua a su ego, disfrutando secretamente de verlo luchar por mantener su imagen de infalibilidad.
—Pero fui el mismo hombre —insistió Salomón, con una nota defensiva que raramente mostraba.
Nina le sonrió con una ternura genuina que suavizó el filo de su burla, llevando sus manos pequeñas hacia el rostro masculino y acariciando las mejillas que aún mostraban las marcas rosadas de
