Mientras tanto, Nina… La mujer caminaba por los pasillos de mármol de la mansión Al-Sharif, con la bisht de terciopelo n£gro arrastrándose elegantemente por el suelo pulido detrás de ella como una cola real. En sus manos llevaba cuidadosamente una pequeña bandeja de plata que había tomado de la mesa del desayuno, con algunas tostadas francesas empapadas en miel dorada, fresas frescas cortadas en pequeños corazones, y un vaso de jugo de naranja recién exprimido que había pensado que a Emir le encantaría. Sus pasos eran silenciosos pero decididos mientras se dirigía hacia la habitación de su hermano menor, con una sonrisa maternal iluminando su rostro al imaginar la sorpresa y alegría que vería en los ojos de Emir cuando le llevara el desayuno como una verdadera hermana mayor cuidadora. A

