—Está bien. No te preocupes, entiendo —su voz se suavizó considerablemente, adoptando ese tono calmante que había usado cuando él era pequeño y tenía pesadillas—. Solo venía a despertarte y a decirte que... vamos a salir de compras hoy. Salomón nos va a llevar.
—Bien —respondió el muchacho desde su posición de espaldas, aún completamente avergonzado y tapando su entrepierna con ambas manos, sin atreverse a moverse hasta que estuviera seguro de que Nina había salido completamente de la habitación.
Nina se dirigió hacia la puerta con pasos silenciosos, pero antes de salir completamente, se detuvo en el umbral y añadió con esa dulzura que solo reservaba para él:
—Tu desayuno está ahí. Come cuando te sientas mejor, ¿está bien? Y no te preocupes por... lo que sea que esté pasando. Es normal
