Salomón lo miró con una expresión que mezclaba exasperación y afecto genuino, reconociendo que Hassan había identificado exactamente el desafío que lo esperaba: convertirse en una figura paterna para un adolescente cuando él mismo apenas estaba aprendiendo a ser algo más que un depredador s£xual con Nina. ―Ya vengo. Minutos más tarde... Salomón caminó por los pasillos de mármol de su mansión con pasos que, por primera vez en décadas, carecían de esa confianza absoluta que lo caracterizaba. Sus manos, normalmente relajadas y controladas, se movían nerviosamente a los costados de su thobe beige, y había una tensión extraña en sus hombros que hablaba de una ansiedad que no lograba comprender completamente. Era desconcertante. Como CEO había intimidado a ejecutivos multinacionales en salas

