Su voz contenía años de frustración acumulada. Era cierto: Soraya y Abdullah tenían la costumbre de tratar al personal como muebles animados, esperando servicio de cinco estrellas mientras ofrecían la cortesía mínima indispensable. En contraste, tanto Salomón como la princesa Dannia, a pesar de su estatus exponencialmente superior, mostraban una humanidad básica que los hacía queridos entre el personal. Margot asintió vigorosamente, añadiendo su propia perspectiva basada en años de observación: —Sí, no te preocupes Philippe, ese par de ridículos volverán —declaró con la confianza de alguien que había visto este patrón repetirse infinitas veces—. Siempre hacen estos dramas teatrales cuando no consiguen exactamente lo que quieren, pero nunca pueden resistir quedarse alejados de la boutique

