—Esperaré a que llegue. Le declararé mi amor. De todas maneras, como te conté, ella sabe que soy yo. —Ay, qué tierno. Provoca escribir una novela bien cursi y asquerosa contigo —continuó Salomón con esa crueldad amistosa que había perfeccionado durante años de conocer exactamente dónde dolían más los golpes emocionales. Hassan, sintiendo que necesitaba devolver el favor y atacar la nueva vulnerabilidad que había detectado en su mejor amigo, sonrió con esa malicia que prometía represalias devastadoras: —Mira quién habla. A esta hora estabas corriendo en la caminadora como por una hora y ahora estás aquí con tu hijastro-cuñado llevándole su bolso y dándole bendiciones en su primer día de escuela. Hizo una pausa estratégica, entrecerró los ojos como si hubiera detectado evidencia incrimin

