El beso entre Nina y "Ahmed" se prolongó por varios segundos que parecieron estirarse en el tiempo como miel derramada, dulce y espesa. Los dedos de ella se habían enredado instintivamente en el cabello largo de él, deleitándose con su textura sorprendentemente suave para un "trabajador", mientras sus cuerpos se acercaban con aquella familiaridad magnética de quienes han tenido sexo. El aroma a vainilla del pastel recién horneado mezclado con el olor natural de Nina creaba una delicia embriagadora para Salomón de la que ya no podía escapar, haciendo que el pequeño apartamento pareciera transformarse en un universo aparte, donde solo existían ellos dos. Emir, parado junto a la mesa decorada con el mayor esmero posible, observaba la escena con una mezcla de incomodidad adolescente y alegr

