—¿Y vas a ir?
—No, claro que no —replicó Salomón con una firmeza excesiva que sonaba más a autoconvencimiento que a decisión genuina. Su mandíbula se tensó visiblemente mientras erguía la espalda, como si la postura física pudiera reforzar su resolución vacilante—. Te dije que Ahmed no iba a aparecer más. Iremos al evento de Mila.
Hassan se encogió de hombros con aparente indiferencia, aunque sus ojos oscuros, agudos como los de un halcón, reflejaban un escepticismo que no se molestaba en ocultar.
—Bueno, ya se fue Ahmed para siempre —comentó con un tono ligeramente burlón, observando a su amigo por encima del borde del vaso―Según…
—Así es —confirmó Salomón con una determinación que no alcanzaba a ocultar completamente la duda que se filtraba entre las palabras como agua entre los ded
