—¡Mierda el desayuno! —exclamó, corriendo hacia la cocina, con una mezcla de culpa y vergüenza, donde una pequeña nube de humo comenzaba a elevarse desde la sartén. Nina lo siguió corriendo también, esa casa no era de ellos y no se podían permitir otro incendio. —¿Qué estás haciendo? ―Pan tostado, lo vi en YouTube. Tostadas francesas. Aproveché que estabas dormida para hacerlo, pero me descubriste —explicó, con la emoción de quien ha descubierto algo maravilloso y quiere compartirlo. Nina, abriendo la ventana para que saliera el humo mientras retiraba la sartén del fuego, no pudo evitar sentir cómo su corazón se expandía con ternura. En ese momento, se olvidó por un instante de su dilema, de Ahmed, de Salomón, del contrato, del posible embarazo. Lo único que existía era su hermano, in

