—En mi misma cama—respondió él, con la contundencia de quien no concibe otra posibilidad—. Cuidarás de mí en todo momento.
—¿Tengo que bañarlo y darle de comer y toda la cosa, no?—inquirió, incapaz de ocultar completamente el tono de incredulidad que se filtraba entre sus palabras.
—Así es. Serás como una especie de doncella quien tiene que complacer a su amo. O… a su rey. Quiero que cuando estemos en la cama me digas, "Mi rey Salomón"—dictaminó, con una seriedad que contrastaba con lo absurdo de la petición, al menos desde la perspectiva de Nina.
«¿Mi rey Salomón? Si que esta loco, pero no me debo sorprender. Los ricos y sus cosas raras, le seguiré la corriente a este loco, de igual manera no tengo alternativa, para donde voy a agarrar»—pensó ella, con una resignación nacida de años ad
