Cuarenta minutos más tarde… Salomón había llegado a su propiedad, un palacio contemporáneo que se alzaba majestuoso entre palmeras y fuentes ornamentales. A un llamado de Hassan, todos los sirvientes fueron convocados al vestíbulo principal. Eran alrededor de unos 20 sirvientes, hombres y mujeres que habían dedicado una década de sus vidas al servicio impecable del magnate. Todos vestían uniformes inmaculados que denotaban sus diferentes rangos y funciones: los mayordomos con trajes negr0s perfectamente planchados, los cocineros con chaquetas blancas sin una sola mancha, los jardineros con atuendos más prácticos pero igualmente impecables, el personal de limpieza con delantales almidonados, los choferes con guantes blancos y gorras, y los guardias de seguridad con sus trajes oscuros y a

