El reflejo que le devolvía el espejo era el de un hombre en la cima de su poder: guapo, formidable, acostumbrado a obtener exactamente lo que deseaba. Y lo que deseaba, lo que había comenzado como un capricho y ahora se había transformado en una obsesión, estaba a pocas horas de ser suyo por contrato.
Mientras tanto, en Al-Satwa...
El apartamento de la señora Nacira parecía más pequeño. Nina terminaba de guardar las últimas pertenencias en una bolsa n£gra de plástico. Había limpiado meticulosamente cada rincón, dejando el lugar más reluciente de lo que estaba cuando llegaron, una muestra silenciosa de gratitud hacia la anciana que les había brindado refugio en su momento más desesperado.
Emir, sentado en el marco de la ventana, contemplaba la calle bulliciosa abajo con expresión pensati
