Nina se puso a recorrer la habitación con pasos lentos y cautelosos, como si temiera activar alguna alarma invisible con su mera presencia. Era enorme, absurdamente espaciosa. Cada rincón gritaba opulencia desmedida, desde las cortinas de seda que caían en cascadas perfectas hasta los tiradores de las puertas que parecían hechos de oro macizo. El aire mismo olía a riqueza. —Esto es una locura, enserio —dijo girando sobre sí misma, con sus ojos recorriendo cada detalle desde el suelo de mármol pulido hasta el techo abovedado—. ¿Cómo alguien puede vivir así? —comenzó a caminar por todos lados, sus chanclas baratas produciendo un sonido discordante contra la magnificencia del entorno—. Con tanto lujo... Es demasiado. Frunció el ceño confundida mientras se detenía frente a un enorme espejo e

