—Mantengan el perímetro —ordenó a los hombres que lo acompañaban—. Nadie entra, nadie sale. Si ven algo que no debería estar aquí, lo eliminan silenciosamente.
—Sí, Maximus —respondieron al unísono, desapareciendo en las sombras del desierto como fantasmas entrenados.
Con precisión quirúrgica, presionó una secuencia específica de puntos aparentemente aleatorios en la superficie metálica corroída. El sonido sordo de mecanismos hidráulicos despertando después de horas de silencio resonó brevemente antes de que una sección del "tanque" se deslizara hacia un lado, revelando una escalera de acero inoxidable que descendía hacia las profundidades iluminadas.
—Hora de recordarles quién soy —murmuró para sí mismo mientras comenzaba el descenso.
―Asi es―dijo Hassan con su máscara de una hiena so
