Caminando de frente hacia el baño de mármol, con su cuerpo desnudo moviéndose con la confianza natural de alguien completamente cómodo en su propia piel, le contestó: —Sí. Eres mi concubina... mi casi... esposa. Como sabes, vas a dormir conmigo en mi habitación y tendrás a mi hijo este año. Eres mi casi esposa. Aquellas palabras "casi esposa" golpearon a Nina como una corriente eléctrica que recorrió todo su cuerpo desde la coronilla hasta las puntas de los dedos de los pies. Tragó profundo, sintiendo cómo su garganta se contraía nerviosamente, y no pudo negar que le gustó escuchar esas palabras más de lo que había anticipado. Había algo en la forma en que Salomón las había pronunciado, con esa mezcla de autoridad y ternura apenas disimulada, que despertó mariposas en su estómago. —¿Su.

